Izquierda revolucionaria
Están desbocadas la criminalidad, la corrupción y la impunidad; la desigualdad entre la pobreza y las riquezas injustas es abismal.
Por eso, sectores social e ideológicamente diferentes quieren un régimen económico justo con oportunidades reales de bienestar y movilidad social.
La diferencia radica en los medios que se elijan para acceder al cambio.
Hasta ahora, las únicas transformaciones han sido el fin de la hegemonía priista y las primicias de la democracia electoral.
Con el PAN “todo cambió para que todo siguiera igual”. Y con Peña Nieto, paradójicamente, con la esperanza de avanzar al futuro, hubo un salto para atrás.
Eso exacerbó el encono social y las ansias por el cambio que llevaron a López Obrador a la victoria.
Al no aceptar el triunfo, actores de los intereses creados y sectores reaccionarios de las clases alta y media han emprendido una guerra contra el Presidente electo.
Lo acusan de querer erigirse en dictador para implantar un socialismo de estado: expropiar la propiedad privada, volver al sindicalismo activo y transformar al país en otra Venezuela.
Aparentemente, eso a polarizado a la nación entre dos fuerzas: MORENA y la derecha conservadora.
Mas, existe una tercera fuerza: la izquierda revolucionaria que pretende el cambio a través de la violencia y no por la vía parlamentaria y reformista.
Al politólogo chileno Juan Carlos Gómez Leyton, que impartió un seminario en esta ciudad, le preguntaron ¿Qué pasaría si AMLO no cumple con las expectativas?
Contestó: “Ojalá se agudice al máximo la crisis social para que provoque un estallido revolucionario. Sin revolución no hay cambios.”
Si persistimos en el encono y no aceptamos los cambios necesarios, y los adversarios del nuevo gobierno no asumen que deben construir una oposición crítica y participativa, aumentará el peligro de la izquierda revolucionaria.