La oposición dimite
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La oposición atinó al elegir el tema para emplear su bala de plata, esa que no existe en ningún otro Parlamento de España y que permite a las minorías abrir una comisión de investigación del asunto que ellas consideren: la sanidad permitía un debate que llegara e interesara a la ciudadanía. Tras un primer órdago de la oposición, la mayoría del PP reculó de su postura inicial y aceptó ampliar el número de comparecientes, superando todos los precedentes en este tipo de comisiones.
En vez de venderlo como un triunfo fruto de su presión, la oposición dimite de su papel porque el PP dejó fuera un puñado casos que solo aportarían amarillismo sensacionalista y no un análisis técnico y realista de la sanidad pública. No se trata de juzgar casos concretos —para las negligencias médicas están los tribunales— sino de examinar al sistema en su conjunto, ese que hoy gasta más que nunca antes en la autonomía (3.861 millones), a pesar de que durante el bipartito (3.788 en 2009) había casi 2.000 millones más en el presupuesto.
No se engañen. Todo forma parte de la campaña de descrédito de Núñez Feijóo como político, ahora que la oposición teme que vuelva a presentarse. Han intentado que la comisión descarrile —no tiene mucho sentido que siga abierta—, y ahora lo acusarán de censor y antidemócrata; pero si hubiera salido adelante, habrían ahondado en el mantra del «Feijóo es un mal gestor», ese que repite por sistema Gonzalo Caballero, el líder que le tiene miedo al Parlamento.