Beatriz Ferrer-Salat: «Si alguien trabajó por el deporte fui mi padre»
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Ferrer-Salat entrena siete horas al día en Villa Equus, una finca situada en Gualba, Barcelona, en la que reside junto a sus caballos, además de sus trece perros, todos ellos adoptados. «Viven como reyes», comenta la amazona sobre sus équidos a los que no les falta de nada: cuadras grandes, un quiropráctico y hasta una masajista que le da los cuidados necesarios para relajar los músculos de los campeones. Vive tan entregada a sus animales que lleva una dieta vegana, se niega a comer nada que proceda de ellos. «No quiero comer animales, todo mi finca es vegana», dice.
Gran parte de sus logros se los debe a su padre, Carlos Ferrer-Salat, fundador de la CEOE y presidente del Comité Olímpico Español entre 1989 y 1998, quien le compró su primer caballo: «Era un señor muy ocupado, pero nuestra relación era muy buena y lo admiraba muchísimo. Desde luego, si alguien trabajó por el deporte, fue mi padre».
De difícil comprensión
Pese a la diversión y a lo emocionante que puede resultar practicar equitación o ser testigo de las hazañas de los jinetes en la pista, es un deporte complicado de entender. «Creo que es minoritario porque es un deporte complicado de compender, lo que atrae a menos público y, por lo tanto, menos televisión. Y al final lo que buscan los patrocinadores de deportes es que salga en televisión, es lo que les interesa...», explica sobre este apasionante deporte que, a veces, es tan incomprendido.