Crítica de «El veredicto (La ley del menor)»: Magistrada salomónica
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El punto de vista es exclusivo de la mujer a la que Thompson le presta una convincente pátina de autoridad sin tener que exagerar demasiado el acento «british»
Antonio Weinrichter
Emma Thompson es una estupenda actriz cómica y cómica a secas, y buena guionista cuando se pone, pero aquí debe refrenar su natural vitalidad y hacer un personaje menos extrovertido de lo habitual en ella. Encarna a una jueza en activo y los tribunales que preside en la película parecen existir menos para impartir justicia que para debatir y solucionar delicados problemas de equilibrio moral de primer orden. Tal es el caso central que vertebra la función, el de un adolescente gravemente enfermo cuyos principios religiosos le llevan a rechazar la transfusión de sangre que podría salvarle de una muerte segura.
La ley del menor
La jueza llega a este tribunal un poco tocada, pues acaba de dar por perdido su matrimonio con Stanley Tucci, a pesar de que este encarna a un varón que le declara su amor y sólo pide precisamente que ella le haga más caso, cana al aire más o menos. Este personaje es el principal problema de la película pues, como tantos otros hoy en día, parece un cruce entre fantasía de mujer y denuncia feminista.
Las razones que cuentan, el punto de vista en juego, es exclusivo de la mujer a la que Thompson le presta una convincente pátina de autoridad sin tener que exagerar demasiado el acento «british»: por eso es tan eficaz el momento en que su solidez se resquebraja, cuando en esta mujer sin hijos, volcada en su carrera, se despierta algo parecido a un instinto maternal con ese atribulado joven con el que valen sutilezas salomónicas. La pena es que todo esto viene orquestado por un director tan académico como Richard Eyre.