Suspenso en coherencia
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Hace tres años y medio irrumpían en algunos municipios gallegos las Mareas como un movimiento hermano de Podemos pero con cierto carácter enxebre. Tenían con ellos a Xosé Manuel Beiras y consiguieron una fuerza electoral más que notable en ciudades como Coruña, Ferrol o Santiago. Unos los veían como los renovadores del panorama político gallego —aire fresco para estructuras carcomidas por la corrupción y la pereza— otros simplemente como la nueva reinvención de la izquierda más extrema para lavar su imagen. Con los mismos peligros, pero caretas más amables .
Por sus hechos los conoceréis, y tres años después podemos empezar a juzgarlos sin temor a equivocarnos. Cierto es que las ciudades que gobiernan siguen en pie y por lo tanto erraron las previsiones catastrofistas que los tachaban de jóvenes descerebrados sin capacidad para gestionar nada. Los servicios públicos han seguido funcionando y las casas consistoriales abren sus puertas cada día, es cierto, pero también lo es que las calles que dependen de ellos están más deterioradas que antes y que anteponen la filosofía a la excavadora. Se debate cómo evitar que Santiago sea un parque de atracciones o que la línea de costa de Coruña sea íntegramente pública... pero obras las justas para que no se nos coma la porquería.
Son sensibles con todos los problemas sociales, y eso les honra, pero de un alcalde se espera algo más que ser un agitador de conciencias.
En definitiva, ¿han sido buenos, malos o regulares? Basta con asomarse a la ventana para comprobar si han aportado algo. No creo equivocarme demasiado al decir que merecen matrícula de honor a la hora de abrir debates, aprobado raspado en las juntas de gobierno y suspenso rotundo en coherencia entre lo que prometían y lo que finalmente han hecho. ¿En qué han mejorado Coruña, Ferrol y Santiago? ...pues eso.