Fidel y Hart: paradigmas de la juventud martiana
Nos enseñó José Martí en su concepto teórico de Patria, publicado el 26 de enero de 1895, que: “Patria es humanidad, es aquella porción de humanidad que vemos más de cerca, y en que nos tocó nacer;- y ni se ha de permitir que con el engaño del santo nombre se defienda a monarquías inútiles, religiones ventrudas o políticas descaradas y hambronas, ni porque a estos pecados se dé a menudo el nombre de la patria, ha de negarse el hombre a cumplir su deber de humanidad, en la porción de ella que tiene más cerca”.[1] Cuanta verdad en las palabras de Martí, cómo tenemos que hacer por la patria, trabajar para ella y vivir por ella. Así continúa diciendo: “Esto es luz y del sol no se sale. Patria es eso. –Quien lo olvida, vive flojo, y muere mal, sin apoyo ni estima de sí, y sin que los demás lo estimen: quien cumple, goza, y en sus años viejos siente y trasmite la fuerza de la juventud…”[2]
Dos padres nuestros, herederos de las ideas y el espíritu de José Martí, no olvidaron lo que era patria; cumplieron y por eso hoy, aunque no estén físicamente, trasmiten la fuerza de la juventud. Dos hombres dignos, revolucionarios verdaderos, de esos que van siempre a la raíz, que no temen al pensamiento y desde su condición de patriotas, libran las más grandes batallas. La originalidad de ambos para descifrar el misterio de Cuba impresiona, son artífices de una construcción heroica devenida en obra hermosa: la Revolución Cubana. Militantes por la justicia social, defensores y exponentes principales de la ideología de la Revolución, martiana, marxista y leninista; buscadores eternos de la paz y convencidos del papel revolucionador de la cultura, constituyen para las nuevas generaciones paradigmas por su ejemplo, sacrificio por un ideal, lealtad y fidelidad a José Martí.
Dos padres que han de estar junto a nosotros siempre: el Comandante en Jefe de la Revolución Cubana Fidel Castro Ruz y el destacado luchador e intelectual revolucionario Dr. Armando Hart Dávalos; esa suerte de misterio, que, como Cuba, provoca constantemente el pensamiento y obliga a sumergirte en el fondo del mar que abarca per se su cultura. Hart le habla a la juventud desde su experiencia, va con los jóvenes de la mano por la novela de su vida, y el transcurrir del tiempo es testigo de cuánto se aprende con su singularidad intelectual, que no es otra que la organicidad y coherencia de sus ideas, el ligamen del conocimiento del que es portador y la acción heroica de quien arriesga su vida por la defensa de un ideal o una gran verdad.[3]
Por su parte conocer a Fidel es una necesidad del presente y el futuro de la humanidad. En él encontramos una condición humana impresionante, el humanismo que lo define lo eleva y he ahí la elección que comparte con Martí: la de estar al lado de los pobres de la tierra, militar por la justicia social, amar la humanidad y luchar por su salvación. La idea de que un mundo mejor es posible encarnada en Fidel tiene su esencia en uno de los pilares del pensamiento martiano: el equilibrio del mundo.
Es preciso hurgar en las entrañas de Fidel y Hart, en las honduras del pensamiento emancipador de ambos, es vital en los tiempos que corren leerlos y asumirlos como maestros de todos los tiempos. Como nos pidiera Hart es necesario un diálogo de generaciones, hagámoslo sin reservas, cantemos el himno de la vida y defendamos también, como idea de Fidel, el diálogo de civilizaciones; todo ello para seguir luchando por el equilibrio del mundo, desde nuestra fe martiana en el mejoramiento humano y la utilidad de la virtud.
[1]José Martí, “En Casa”, Patria, edición 146, Nueva York, enero 26 de 1895, Obras Completas, tomo 5, p.468.
[2]Ibídem, p.468-469.
[3]Ideas expuestas en el prólogo al libro Cuba Va. Diálogo de Generaciones, Editora Abril, 2017.