Lo bueno de que una película salga de las salas es que, al poco, llega a los salones. Le acaba de pasar a «Blackwood», de Rodrigo Cortés, que ya está disponisble en Filmin y en Blu-Ray.
P - Al alejarnos de los estrenos, nos alejamos también de las expectativas...
R - Las expectativas son, seguramente, las mayores enemigas de las películas, porque las matan. Impiden verlas. Cuando uno espera un entrecot y le sirven un lenguado, le parece un entrecot horrible.
P - ¿Cree que «Blackwood» puede ahora abrirse a nuevos públicos y tener, incuso, nuevas lecturas?
R - La película tendrá espectadores de segunda hornada, sí, como los tendrá más adelante cuando se pase por la tele. También habrá espectadores reincidentes, claro, para volver a disfrutarla o para ver si la segunda vez le disgusta un poco menos, ahora que ya saben que la carne era pescado. Veremos...
P - De las cosas que ha leído o escuchado, ¿qué le ha gustado más (o menos) y qué le ha sorprendido más?
Nada en particular: uno hace, simplemente. Hace. Intenta no esperar. Se vive con cierto alivio, casi con sorpresa, que alguien vea en la película lo que uno ha escondido en ella, como si la brujería hubiera funcionado. Diría que las reacciones que más me han interesado, buenas o malas, son las de quien ha estado dispuesto a dejarse afectar por la luz, por la música, por las interpretaciones, por el sonido. Me interesa menos el espectador, incluso si le gusta la película, para el que todo es ya el capítulo de una serie y evalúa sólo lo que «pasa».
P - Con el Blu-Ray se incluyen sus comentarios, el making of de la película y una escena eliminada. Con Filmin y las demás plataformas del mercado, parece que los formatos físicos están pasando a ser objetos casi de culto, ¿no?
Empieza a ser así, lo que, como casi todo, es tan bueno como malo. Es bueno porque soluciona problemas de espacio y, potencialmente, da acceso a un catálogo amplio que uno nunca adquiriría. A la vez puede banalizar la experiencia, convertirla en trivial: el objeto impone una relación más íntima con quien hace el esfuerzo de adquirirlo.
P - Ya que estamos, ¿cómo ve el cine en casa? ¿Sigue algún ritual?
Cada vez veo menos cine en casa, esa es la verdad. A cambio, voy dos o tres veces por semana al cine, diez o doce por mes. En casa, leo.
P - También se ha editado en CD la banda sonora de la película: ¿Por qué dice que la música es un personaje más en Blackwood?
Es directamente parte de la trama, un elemento protagónico, más allá de lo alegórico. Víctor Reyes ha encarnado a varios compositores a la vez: al impresionista francés que presenta la academia, al narrativo, al abrupto e inclemente que conduce la película a su paroxismo... Y también a Wilhelm Kestler, compositor decimonónico con ecos de Listz del que hablan los personajes y que, sin embargo, nunca existió. Hasta que Víctor le dio vida.
P - ¿Por qué se decidió quitar la escena musical que ahora podemos ver? ¿Qué sentimientos despiertan los tijeretazos al director montador?
Como montador trato de olvidar al director. Cuando veo el material, lo hago ya sólo con el cuerpo, el intelecto desempeñó ya su función. La escena me gustaba mucho, era un flirteo a través de la música que empezaba con una lína melódica improvisada que devenía en tonada simple y juguetona, y adquiría por fin, contra todo pronóstico, arreglos virtuosos y concertísticos. La escena en sí me gustaba, fue divertida de diseñar y montar. Pero venía después de otro sector musical de peso y lastraba un tanto el ritmo de la película.
P - Película de género, película juvenil... Si uno no pertenece al público objetivo de tales géneros, ¿por qué razón le diría que le dé una oportunidad a «Blackwood»?
En realidad, no se lo diría, si a alguien no le atrae la película tiene donde elegir, no querría que pasara un mal rato. Le diría simplemente que he tratado de hacer una buena película. Que seguramente no sea del todo la que piensa.
P - Escribió en ABC que los proyectos acaban llegado un momento, no tanto porque se acaben como por haber completado ya su camino y sus plazos. ¿Ha pensado en algo que no llegara a quedar como imaginó o como habría deseado?
Nada es entaramente como uno lo imaginó, para bien y para mal. Ni enteramente como uno habría querido. Pero no siento frustración al ver la película, me reconozco plenamente en ella y recuerdo los motivos por los que la hice, y para quién. Gran parte de la energía que lleva preparar, rodar y posproducir una película se destina a intentar que tal cosa suceda.
P - La película puede verse en Blu-ray y DVD con su voz comentando la película completa. ¿Suele escuchar los audiocomentarios de otros directores?
Sólo si son directores didácticos y reflexivos, que sientan respeto por el lenguaje cinematografico y sean capaces de explicar con honestidad y rigor su proceso de trabajo, los motivos que les condujeron a tomar ciertas decisiones. Hay audiocomentarios destinados a informarnos de cómo comieron todos, de cómo se llevaron o si llovió mucho o poco. Esos, claro, no son muy relevantes.
P - De «Concursante» nació la novela «Sí importa el modo en que un hombre se hunde». «Blackwood» siguió el camino contrario: empezó su periplo como libro y usted ha rodado su adaptación. ¿Habrá alguna ramificación más de esta historia o ha pasado página? ¿Hacia dónde?
Si la historia de «Blackwood» tiene alguna rama más será otro quien se cuelgue esta vez de ella, la película está hecha, toca hacer algo distinto. Desafiar de nuevo, si es posible, las expectativas. Las dichosas expectativas...