Diagnósticos de violencia
Cuando un paciente grave no tiene un diagnóstico claro, su pronóstico es aún más incierto.
Entre un gobierno recién estrenado, una administración anterior sujeta a cuanta duda quepa en la imaginación, unos gobiernos estatales que juegan a la política y al reacomodo y cientos de gobiernos municipales que no toman el toro por los cuernos, la seguridad en el país entero está gravemente enferma y sin un diagnóstico claro y discutido que pueda llevar a acciones dirigidas a curar enfermedades específicas.
El jueves pasado, Alfonso Durazo, flamante secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, lanzó una alerta sobre varias regiones del país: “Hay focos de violencia que se han sostenido en el tiempo, tienen ya un largo tramo y los vamos a enfrentar, por supuesto”. Entre estos focos rojos citó a los estados de Jalisco, Guanajuato, Veracruz, Puebla, Tamaulipas y Nuevo León.
Añadió: “Diversos indicadores nos ubican, lamentablemente, como uno de los países más inseguros del mundo y eso habla del reto que enfrentamos todos aquellos, todas aquellas que participamos en las tareas de seguridad pública del país.”
La semana que viene, Durazo presentará una estrategia para que los ciudadanos sepan cómo se va a enfrentar este reto. Pero está claro que el diagnóstico no se ha discutido.
Para el secretario de Seguridad Pública de Nuevo León, Aldo Fasci, su estado se encuentra en alerta máxima, sí, porque ha habido un repunte de la violencia, pero no es aceptable que sea uno de los focos rojos del país. En cuestión de inseguridad, respondió Fasci, “Nuevo León se encuentra en el número 23 de 32 los estados”.
“Lo tenemos que arreglar, sea foco rojo, amarillo o morado... lo tenemos que arreglar, pero no tenemos el número de muertos que tienen otros estados”, comentó. “Si Durazo se refiere a que Nuevo León está en estado de alerta porque es un punto estratégico, en ese sentido tiene toda la razón, estamos en alerta máxima”.
Esta discusión es un simple botón de muestra en el país: que el paciente está muy enfermo, eso no genera la menor duda; de qué esté enfermo, eso es otra cosa. El tratamiento a aplicar sería diferente. No cualquier medicina será la adecuada en cada situación de inseguridad y de violencia.
La coordinación es clave no solo para aplicar las estrategias, sino para entender la patología específica de cada región, la etapa en que se encuentra en cada una, el tipo de protagonistas presentes en cada caso. Y también las defensas que cada zona tiene para ese diagnóstico puntual; me refiero a sus policías estatales y municipales, que en muchos casos ya se hallan trabajando para el crimen organizado, en otros están en riesgo de hacerlo y en algunos ya se han logrado recuperar, al menos momentáneamente, como es el caso de Fuerza Civil en Nuevo León.
Deberíamos suponer que la estrategia que anunciará Durazo la próxima semana para enfrentar uno de los mayores retos de la transformación prometida incluya este diagnóstico compartido, al menos en los estados que han hecho esfuerzos por entender su situación, por trabajar en equipo y por enfrentar su responsabilidad. Hay quienes lo han hecho, aunque provengan de otras administraciones, otros partidos y otras medicinas.
lus.petersen@milenio.com