Alexander Solzhenitsyn, el disidente que renunció al sexo porque le distraía de sus escritos antiestalinistas

Alexander Solzhenitsyn (1918-2008) fue uno de los escritores más comprometidos con la justicia de su tiempo. El autor de «Archipielago gulag» y «Un día en la vida de Iván Denísovich» vivió una existencia plenamente condicionada por su militancia con la moral. La gravedad de su obra no imposibilita, evidentemente, que el hombre tuviera sus extravagancias como ha recopilado «The Guardian». En el centenario de su nacimiento tal día como hoy hemos querido mostrar aquí van algunas de ellas: [Lea esta entrevista al Nobel con Daniel Khelmann] - Cuando escribió «Archipiélago Gulag», Solzhenitsyn se levantaba a la 1 am, nada menos. Trabajaba hasta las 9 am para tomarse un breve descanso poco después y luego seguía dándole hasta las 6 de la tarde. - Cada 9 de febrero desde 1945, que fue el día que fue arrestado por primera vez, el escritor solo comía las raciones que las autoridades del lugar en el que estuvo preso le hubieran permitido, y que consistían en un poco de pan, un cuenco de caldo y una cuchara de avena. Denominaba a este día el Día del Convicto. - Cuando tenía 10 años, Solzhenitsyn leyó «Guerra y paz» y se dijo a sí mismo que escribiría una saga equivalente de la Revolución Rusa. Cuando murió estaba trabajando en esta saga épica que contaría con 20 molúmenes y que sería cuatro veces más larga que la obra de Tolstoy. Se iba a titular «La rueda roja». - Un chulo playa no era precisamente Solzhenitsyn, que además de vivir enclaustrado en una granja de Vermont tras ganar el Nobel, o sea era muy reacio a la cháchara humana y las visitas, cuando tuvo una novia en la Universidad le advirtió que quedaría con ella solo cuando cerraran las bibliotecas a las 10 pm. Después, según cuenta este artículo de «The Guardian» tuvo una aventura con la matemática Olga Ladyzhenskaya pero el affaire terminó cuando este dilucidó que el sexo le distraía de su escritura. - En prisión, creó un método de escritura único: escribía líneas de sus futuras novelas en trozos de papel que luego memorizaba y quemaba.