Pobre asistencia en el Camp Nou para un partido que sin embargo tenía su miga, porque el Levante no es un equipo fácil y el Barça a veces sufre pájaras en partidos como éste. Los de Valverde empezaron lentos, sin conexión entre líneas, perdiendo balones no forzados. Espeso, espeso el Barcelona. De verde fluor el Levante, administraba una noche que tenía, de entrada, ganada.
Los minutos pasaban y el Barça continuaba tratando a la Copa un poco como estas chicas que cuando íbamos a besarlas y se apartaban y nos decían, para consolarnos: «de verdad que yo te aprecio mucho, pero no de la manera que tú querrías». Merece la pena hasta casarse para no tener que escuchar estas frases.
Pues el Barça como que «apreciaba» el partido, sin desearlo, sin entrarle. Daba la impresión de que jugaba pensando que tenía muchas cosas mejores que hacer en la fría noche de ayer en Barcelona. Fría es un decir: este frío un poco de broma que tenemos en mi ciudad.
Sobre el cuarto de hora, el Barça pareció pasar un poco -sólo un poco- del aprecio al amor, con puntas de deseo de Messi y de Coutinho. Pero al equipo le continuaban faltando revoluciones y el partido se jugaba al ritmo que quería el Levante. Muy seguro Aitor Fernández en la portería visitante.
Pese a algunos destellos, el Barça insitía en su distante «sólo amigos», sin ideas ni tensión, ni profundidad de ningún tipo. Sólo Messi comparecía de vez en cuando, pero Aitor Fernández respondía extraordinario.
Dembélé se fue de tres con un sombrero al filo de la media hora: bella demostración. El Barça empezaba a hacerle algo de daño al Levante: algo. Poco, pero algo. Y con el algo del Barça en su conjunto, el bastante de Messi robando un balón de los que sólo él, que es el más listo de todos, sabe robar, y el resto de Dembélé, entrando al tajo como un cuchillo ardiendo en la mantequilla y con la fortuna de un rebote inesperado, el Barça marcó el primero. Sin solución de continuidad, también Dembélé, y también gracias a otro rebote, marcó el segundo. Churrería Dembélé, es cierto, porque fueron goles estrambóticos y afortunados. Pero también con churros se ganan los partidos, los trofeos, la vida, y sin suerte no habría historias de amor.
El Barça tomó la noche y el Levante no era el del Ciudad de Valencia: mucho más frágil, sufría demasiado en defensa, aunque de hecho estaba sólo a un gol de igualar la eliminatoria. Aitor Fernández firmó una sensacional primera parte con tres paradas consecutivas al filo del descanso.
Gol anulado a Coutinho
La segunda parte empezó lenta, baja y mediocre como la primera. El Levante no parecía tener la ambición de la gesta y a Coutinho le anularon acertadamente un gol por un fuera de juego claro. El partido estaba más cerca del 3 a 0 que del 2 a 1, y eso es lo que precisamente ocurrió en el 53, obra de Messi. Control de gran calidad, quirúrgica definición. Segunda asistencia de gol de Semedo desde que juega en el Barça.
Valverde le dio media hora a Suárez, sustituyendo a Coutinho, que se esforzó e hizo «cosas» -como los catalanes según el presidente Rajoy- pero no logró ofrecer una mejor versión de sí mismo. Este chico llegó como una estrella y está teniendo una suerte desigual, todo lo contrario de Dembélé, que llegó como una media incógnita y gracias a su eficacia, y a su estilo muy particular, ha adquirido rango en el equipo. Pudo por cierto Dembélé conseguir su hat-trick en el 72, pero su disparo salió demasiado cruzado. Suárez entró por Jordi Alba y Denis Suárez por Dembélé, que se fue ovacionado.
El Barça empezó frío, como una chica que no nos quiere demasiado, pero hizo lo que tenía que hacer, con paciencia, algo de desdén pero toda la profesionalidad. El Levante, que empezó con un gol de ventaja, no demostró tampoco ninguna ambición especial por llegar a cuartos, y desde luego no tuvo ni la profesionalidad ni los recursos del Barça, y sólo se mantuvo en la eliminatoria -de un modo algo ilusorio- por la magnífica actuación de su portero.
