‘Huachicoleros’, esos cobardes asesinos...
La forma de operar de los huachicoleros en los ductos consta de tres variantes, de acuerdo a lo que fue documentado por el gobierno federal durante el sexenio anterior:
1. La primera forma es el robo “eficiente”, cuando los criminales pican tubos de manera “discreta” para su huachicoleo: llenan de forma “segura” sus vehículos (pipas piratas y camionetas de redilas llenas de tambos), y no comparten con pobladores el combustible. Ellos mismos “sellan” la ordeña de ductos para que no se derrame gasolina de forma importante. Son tomas que usan una y otra vez en predios al aire libre, o dentro de pequeñas construcciones rurales erigidas encima de ductos.
2. La segunda es cuando buscan cooptar el apoyo social: luego de extraer el combustible para su negocio criminal, dejan abiertos los ductos picados durante algunas horas, para que las personas locales también se beneficien del robo. Esto se hace de manera “ordenada” y “segura” y la presencia de pobladores inhibe la intervención de las autoridades.
3. La tercera variante es cuando, al picar los tubos, las cosas salen mal: los huachicoleros ineptos se retiran, el combustible se derrama sin control, y decenas de otros miembros del huachicoleo son enviados con toda clase de tambos para que capten el combustible. En esas ocasiones los criminales permiten que los pobladores se vuelquen masivamente al lugar para que recolecten gasolina y la usen como les plazca (autoconsumo o pequeñas ventas), mientras los empleados de los criminales, mezclados con el pueblo, continúan acaparando el combustible para la empresa delictiva.
Fue el caso reciente de Acambay, en Estado de México, y Tlahuelilpan, Hidalgo.
La enorme cantidad de pobladores impide que las autoridades dispersen a la muchedumbre: los halcones tienen la encomienda de azuzar a la gente para que se ponga violenta si policías o militares pretenden retirarlos del lugar. Esos aprendices de sicarios, o sicarios consumados, son los que han encabezado las agresiones cada vez que golpean (piedras, palos, puñetazos) a militares o policías, lo que ha ocurrido decenas de ocasiones.
Muchos pueblos están completamente cooptados, cierto. Los huachicoleros tienen una amplia base social, como alguna vez documentó la reportera Vanessa Job en MILENIO: corrompen por buenas o malas a alcaldes y pobladores; pagan festivales, fiestas y festejos locales, además de que “ayudan” con “obras sociales”, como escuelas, templos y equipamiento urbano, aparte de la derrama en que deslizan a las poblaciones.
Esos criminales que fomentan que pobladores se acerquen a las tomas de combustible clandestinas, para que participen masivamente en el robo de gasolinas, son homicidas: provocan muertes como las de Tlahuelilpan (85 hasta este domingo por la tarde). Si quieren delinquir entre ellos, entre los aproximadamente diez que pican los tubos y cuidan la ordeña, que lo hagan, allá ellos, pero que no manden a recoger gasolina a decenas y decenas de personas, incluidos menores de edad, con el riesgo de que mueran quemados, calcinados, irreconocibles muchos de ellos, como sucedió.
Si tuvieran una pizca de decencia y humanidad, ellos mismos impedirían que la gente se acercara, pero no lo hacen porque la utilizan como escudos humanos. Esos miserables huachicoleros son unos cobardes asesinos y merecen el repudio de todos, sin matices…
jpbecerra.acosta@milenio.com
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