Dos espías británicos en tiempos de Brexit

Hace mucho tiempo que los espías no esperan una llamada en una cabina mientras la niebla londinense protegía su anónima identidad. De aquel aroma entre el misterio y el glamour con sabor a martini seco se ha pasado al rastreo de las antenas de teléfonos móviles o a «piratear» cuentas de correo electrónico. Algo de todo eso es lo que podemos encontrar en las novelas de dos nuevos maestros del género. Son Charles Cumming y Mick Herron, ambos autores de Salamandra y ayer dos de los principales invitados de BCNegra. Con ellos hemos hablado sobre la literatura de espías aprovechando que presentan libro: «Complot en Estambul», de Cumming y «Caballos lentos», que firma Herron.

Con tantos cambios como estamos viviendo en el mundo, ¿está el género viviendo un renacimiento? Cumming, quien también fue colaborador del mítico MI6, reconoce que sí. «Durante bastante tiempo, tras la Guerra Fría, el género quedó en pausa, tranquilo porque no existía un enemigo común. Después llegó el 11-S y cambió el paisaje tanto para las agencias de espionaje como para los autores de novelas de espías. Con la subida al poder de Putin y el aumento de agresividad ante las potencias extranjeras, esto se ha convertido en un gran alimento para estas novelas. Así que hay un auge de autores, libros, series y películas. Ahora le das una patada a una piedra y salen tres novelas de espías», dijo Cumming.

Qué hemos hecho mal

La materia más confortable para los novelistas es la misma actualidad, una actualidad que cambia a un ritmo vertiginoso. A este repecto, Herron admite que «las cuestiones actuales tienen una importancia cada vez mayor. El poner en suspenso la Guerra Fría ha permitido un largo periodo de reflexión tanto de la sociedad como del género negro. El final del imperalismo o la búsqueda del papel de Inglaterra en la sociedad, por ejemplo, son factores que entran en juego y abonan el género. Hoy, sin embargo, las nuevas amenazas a la paz y a la seguridad internacional vienen de otro lugar. El enemigo ya no es el otro y hay que pensar qué hemos hecho mal en nuestra sociedad. No podemos olvidar que la mayoría de los actos de terrorismo que padeció Reino Unido los han cometido ciudadanos británicos. Los atentados con bomba en Londres son, en mi opinión, el resultado de haber demonizado a un sector de la sociedad».

Si la actualidad es ese material, resulta tentador pensar que un fenómeno como el Brexit pueda acabar haciéndose un hueco en las novelas de espías. ¿Será así? Los dos escritores se muestran cautos ante el tema, pero sin rehuir la pregunta. Charles Cumming apunta que esa influencia no será muy grande desde la perspectiva de la ficción. «Creo que para la seguridad nacional se reducirá la cooperación con otros estados y costará más que circule la información, pero para la narración como para la población civil, ya sea en Londres, Barcelona o París, las cosas seguirán siendo las mismas. Los cuerpos de seguridad seguirán persiguiendo a los mismos grupos. Sin embargo, si el Brexit fuera mal o no se llegara a producir, creo que los que votaron a favor no estarán nada contentos. Sin embargo, los británicos no somos especialmente revolucionarios y dudo mucho de que eso desemboque en una guerra civil. En todo caso, nos tomaremos un té y hablaremos del tema».

Por su parte, Mick Herron recordó que en los primeros días tras el referéndum británico recibió un encargo por parte de un gran diario de su país: escribir sobre la relación entre el Brexit y la novela de espías: «Empecé a fantasear sobre ese Brexit que supondría volver a épocas muy antiguas, cuando cruzar las fronteras europeas requería visados y trámites que ya no se realizan. Volveríamos a todo eso de cruzar fronteras con pasaportes falsificados y documentos dudosos. Respecto a las consecuencias en la política interior, si el Brexit provocara una recesión bastante grave, algo que parece bastante probable, la posibilidad de repetir el referéndum en Escocia se vería como bastante plausible. Entonces podría imaginar que habría una frontera entre los dos lados del norte de Inglaterra. Todos esos trabajadores en paro de esa zona cruzarían la frontera hacia Escocia donde las cosas van mejor. Sería como volver a aquel Berlín de la Guerra Fría», asegura Herron, quien explica con humor que «al final no me publicaron el artículo». ¿Y los espías cambiarán? Los dos escritores creen que seguirá pesando, al igual que en aquella novela de Graham Greene, «el factor humano».