Focos amarillos
La alerta está encendida. En el primer trimestre de este año el Producto Interno Bruto se volvió fifí: se empeña en poner en mal las cuentas tropicales del gobierno central.
De acuerdo con cifras del INEGI -¿o INEFIFI?- el PIB sufrió una caída de 0.2 por ciento respecto al trimestre anterior y sería el peor arranque económico de los últimos cuatro sexenios, solo detrás del de Ernesto Zedillo y su “error de diciembre” de 1994.
El INEGI midió un retroceso en los sectores secundario y terciario, es decir, los que tradicionalmente representan un valor agregado, la innovación y el desarrollo financiero y tecnológico, mientras que el que creció fue el sector primario, que aunque muy digno y valioso, por sí solo nos puede llevar a ser -nuevamente- una nación bananera: a producir materias primas y alimentos desaprovechando el potencial en otras ramas.
La actual fortaleza del peso claro que es positiva, pero no es una variable estable al largo plazo ni controlable a voluntad de México, a diferencia de la producción nacional y la inversión privada local y extranjera que, bien manejadas, darían mayor certidumbre en horizontes de más de uno o dos años ante los vaivenes internacionales.
La alerta es porque la ecuación económica de México está cambiando sus factores para mal y tiende a empeorar, porque no se puede producir menos, desalentar la inversión privada y elevar el gasto público así esté maquillado como inversión social.
Y para colmo, se cancelan fondos encaminados a promover la industria turística, esa que no le cuesta nada o casi nada al Estado, pero que el gobierno central se empeña en desacreditar por “corrupta”.
Los resultados de esas políticas ya se sufrieron varias veces en varios sexenios atrás y costaron muchísima pobreza y precariedad para la mayor parte de la población.
La alerta está en amarillo ¿de verdad vamos a dejar pasivamente que lleguemos al rojo?
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