La plaza de Ópera es bonita, europea, trasera. No tiene el predicamento de otras, pero hay algo italiano en ella. Allá va el paseante mareado de los reclamos de Sol y llega por Arenal como el tuareg que arriba a un oasis. Parte de una cierta tranquilidad, que le da la vecina plaza de Oriente los días de diario y a una hora concreta. Cuando anochece y se desvanece el Madrid más intenso. Sentarse en Ópera es una invitación a la eternidad, en el momento en el que el día ya se ha echado como se ha podido en Madrid. Читать дальше...