¿Ganamos, perdimos o empatamos?
La verdad, en este espacio, que generosamente nos otorga Milenio, estábamos más que puestos a abordar en sus múltiples aspectos importantes los seis primeros meses del gobernador Enrique Alfaro Ramírez y, desde luego, sus interesantes planteamientos del llamado Plan Estatal de Gobernanza y Desarrollo. Sin embargo, imposible desconocer que en estas fechas la atención nacional estuvo centrada en el asunto de la amenaza de los aranceles del presidente Trump. Y, claro, para Jalisco la cuestión mantuvo nerviosos a productores e industriales que realizan en gran volumen exportaciones a la Unión Americana. Así que localmente, tampoco era asunto menor. En cualquier parte se apostó doble o triple contra sencillo a que el amago se cumpliría este mismo lunes ya que no se ve fácil, así como así, bajar al mandatario norteamericano de cualquier decisión que le pueda convertir en súper héroe americano.
Así que el propio Alfaro “sin regateos” determinó sumarse como casi todos los demás gobernadores a la manifestación, mitin, celebración o como se llame, organizada en Tijuana (a la que algunos no concurrirían como Cuauhtémoc Blanco, que tuvo importante cascarita en el “juego de las leyendas”). Todo terminó en una especie de festín del triunfo de las negociaciones en Washington. Honestamente, esta vez motivo lo hubo y no porque las cosas fueran ciento por ciento congruentes con la postura habitual de este gobierno ya que el “camino” de los migrantes centroamericanos para cruzar el país hacia Estados Unidos, reconozcamos, en pocos meses se había convertido en verdadera autopista. Más bien hay que aceptarlo: pretexto suficiente se le dio a Trump para desenvainar la espada de Damocles con la que suele poner a raya a quien se opone a sus pretensiones, espada que, dicho sea de paso, no debemos olvidar, seguirá sobre el cuello de nuestro país “por tiempo indefinido”.
Pero, por ahora, pasado el susto, sustazo diríamos varios, vale la pena considerar que las decisiones adoptadas por nuestro gobierno para parar semejante ferrocarril, en buena medida implican concesiones que, de haberse considerado originalmente, nos hubieran evitado la pena de vernos ahora como una extensión de la frontera estadounidense y de convertir a la flamantísima Guardia Nacional en la border patrol mexicana. No había de otra sopa, lo sabemos. Sin demeritar para nada el papel de Marcelo Ebrard -sorprendentemente bueno a pesar de pronósticos-, podemos por ahora echar campanas al vuelo por no haber sido arrollados económicamente con los aranceles, pero la pregunta es ¿a qué compromisos reales se sujetó a México y que quizá desconocemos? Ya contra la pared, había qué ceder, de acuerdo. No obstante, ese arreglo de “último segundo” algo conlleva. Además de las medidas migratorias que sí se informaron al menos en lo general, hay otras que llegó a esbozar hasta el propio Trump, como compras agrícolas espectaculares a los estadounidenses. Ni idea de cuántos más acuerdos confidenciales habrá. Esto, seguro, no salió barato.
México ganó, por lo menos en resistencia y, además, lo más probable es que los mercados tiendan a estabilizarse ya que detrás de este arreglo hay que esperar ahora sí una muy viable aprobación próxima del nuevo tratado comercial de Norteamérica (T-Mec, se le llama aquí) aunque ya sabemos que esto de los pactos oficiales le saben igual a Trump que una bebida descafeinada. En fin, la detención “indefinida” de los aranceles indudablemente es un respiro y como tal hay que aprovecharlo, lo que seguramente conducirá, ojalá, a que este gobierno federal se acerque más a la realidad que a la ficción económica en la que ha estado incurriendo casi caprichosamente. Si el presidente López Obrador se pone las pilas, hasta es muy probable que por fin se logre entender con los empresarios e inversionistas. Paz y amor pues, pero de a deveras.
Se perdieron cosas, tampoco hay duda. Simplemente el hecho de que los que buscan asilo en Estados Unidos permanezcan mientras tanto en México, nadie sabe al país cuánto le saldrá costando, además de la previsible saturación en la frontera norte que, por cierto, tiene ya hasta el gorro a sus habitantes por todo tipo de problemas, gastos, inseguridad, etcétera, que genera. Y espérense porque el tema da para extenderse al interior del país, por ejemplo, en Jalisco, convertido en una de las sedes-escala para migrantes. Antes casi todos los gobiernos se alistaron para generar condiciones amistosas y “humanas” durante el tránsito de los migrantes, la pregunta es ¿qué se va a hacer ahora con estas personas que vienen huyendo de sus países, instalados permanentemente en todo el territorio nacional? Para López Obrador implica un cambio imprevisto en sus políticas de “brazos abiertos” y que obligará, así, literalmente, a militarizar la frontera sur porque está probada la ineficacia de nuestra “migra” para frenar, no digamos detener, el flujo de los que ahora hay que denominar, igual que allá, como “ilegales”.
Muy conveniente es, ahora, que el gobierno estatal asuma lo suyo con mayor tranquilidad tras los desasosiegos nacionales, sus propios compromisos. Decíamos que el asunto amerita análisis tras el anuncio del Plan de Gobernanza y Desarrollo que de entrada pinta bien si fue producto de una auscultación ciudadana, de talleres y aportaciones municipales. Empero, hay tiempo para advertir sus perfiles ya que de hecho será promulgado hasta el primero de septiembre. Por ahora, vale unirnos a la fiesta por salvarnos de una paliza económica que nos dolería años, aunque, a fin de cuentas, no sabremos a ciencia cierta si con el “acuerdo” ganamos, perdimos o empatamos.
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