«Lo que sucedió en Iveco está pasando ahora mismo en otra empresa del país»
Tened cuidado con qué enviáis, cuándo lo hacéis y dónde. Pero, sobre todas las cosas, a quiénes. La receta prescrita por Roberto Fernández, jefe de la sección de Redes de la Unidad Central de Ciberdelincuencia de la Policía Nacional, parece más antigua que la imprenta, y sin embargo, dado el volumen creciente de nuevos delitos a través de las redes sociales y online, parece claro que muy pocos usuarios se están tomando esta medicación. El resultado, claro está, es un mal mayor: «El de Iveco es un caso más; a día de hoy, lo mismo que ocurrió en la planta de automoción de Madrid, está pasando en otra empresa del país», afirma el policía.
Lo que ocurrió en la empresa fabricante de camiones es que un contenido íntimo de una empleada fue comidilla de algunos de sus compañeros, como lo sería en casi cualquier otra entidad del planeta. Lo desagradable y trágico fue el desenlace: la mujer de 32 años acabó con su vida por no poder superar la vergonzosa humillación que padeció durante días y la reacción negativa de su entorno. Queda mucho por decir en este caso, ahora judicializado. «El final ha sido muy desgraciado, lo que hay que tener en cuenta es que hay gente mucho más vulnerable que otra al mal uso de la tecnología», dice el responsable policial, que se resiste y no suelta prenda respecto a los avances en la investigación. «Las diligencias aún están abiertas», sostiene en su entrevista con ABC.
«Todos somos vulnerables»
«Lo que ha sucedido en Iveco ha pasado en varias ocasiones. Hay investigaciones muy similares a la que se está desarrollando. En nuestro caso, policial y judicialmente hay muchos casos de este tipo, aunque no es alarmante, porque también es cierto que en el caso de Iveco se dieron otras circunstancias personales y demás para que se desarrollase de esa manera», resuelve en las oficinas del complejo policial de Canillas de la capital.
En lo que sí se explaya el agente es en la labor de concienciación, consciente de que si calase el mensaje, reducirían en mucho el volumen de criminalidad y la carga de trabajo en su departamento. Decenas de agentes rastrean durante horas en esta área los delitos cibernéticos. Para quienes piensen que son cosa de jóvenes, Fernández declara: «Tan vulnerable soy yo con 47 años enviando una foto mía desnudo, como una niña de 14 años. Lo que ocurre es que la generación de 14 y 16 años tiene un atrevimiento que no tienen otras. Ellos están más familiarizados con las nuevas tecnologías, las dominan y controlan, es cierto, crecen con ellas en la mano, pero también son más vulnerables por su mayor uso, porque están todo el día manejándolas».
Las causas se disparan
Los agentes de la Unidad Central trabajan con esta nueva estirpe de delincuencia desde principios de 2014, pero en este lustro han visto cómo se disparan cada año las causas, los perfiles de delincuentes y también se multiplica el ramillete de delitos tipificados. Manejan como si fueran harina en una masa madre términos tan poco coloquiales como «phising, sexting, grooming»... «En España falta cultura de ciberseguridad. La gente tiene que ser consciente de que lo que sale de mi teléfono y ordenador es totalmente incontrolable y pierdo el control desde que sale, desde ese mismo momento». Estos espías de las redes se han acostumbrado ya a perseguir chantajes sexuales, sabotajes económicos y delitos de odio tras una simple y en apariencia anodina comunicación por WhatsApp o Instagram, sobre todo.
Fernández se ha curtido en estas lides desde que «estalló» el caso Isabel Carrasco, la concejal popular asesinada en León. Este fue el nombre propio que marcó un antes y un después en esta unidad policial. España ardía en cólera y las redes fueron testigo: miles de comentarios sarcásticos, despectivos, grimosos y delictivos desposeyeron a internet de un falso manto de bondad. «Se descontroló totalmente con comentarios hacia la víctima»; algunos maléficos y espeluznantes. Después llegarían muchos otros: la muerte del torero Víctor Puerto fue otra explosión enfermiza de las redes; y el del niño Adrián Hinojosa, apasionado de la tauromaquia y que murió por cáncer en 2017 fue deplorable. Su caso trascendió después de que una tuitera desease abiertamente la muerte al niño, que tenía 8 años y sarcoma de Ewing.
Los agentes rastrean los delitos de odio a la primera señal: «A veces no es tan claro como decir “te voy a matar” ; hay comentarios que son amenazas veladas. Además, hay otro requisito que exige el Código Penal, y es que basta con que la víctima se sienta amenazada.Es muy difícil de delimitar, ni siquiera los jueces y fiscales tienen un criterio unánime respecto a qué es un delito contra la intimidad de otra persona a través de las redes y qué no lo es. Nosotros, como Policía, muchas veces lo tenemos claro, pero procesalmente nos aportan otra información para determinar si ven delito o no. Es muy difusa la línea que separa el derecho al honor y la libertad de expresión».
¿Lo único positivo? El jefe de Redes de la Policía ha estudiado cómo los códigos virales, incluso los más maliciosos, comienzan a evaporarse en pocos días. «Dura entre uno y hasta diez, máximo». «Que la gente, antes de enviar una foto, se lo piense diez veces». Fernández regresa al punto de partida.