El inventor español del ibuprofeno que el mundo olvidó
«Nena, creo que hemos dado con el compuesto». Eran los años 60 en la ciudad británica de Nottingham, donde la compañía farmacéutica «Boots» tenía su sede y una joven pareja de químicos españoles empezaba a acariciar el hallazgo de un medicamento esencial. La búsqueda del ibuprofeno, esa «superaspirina» que alivia el dolor, elimina la fiebre y atenúa la inflamación, fue un proceso casi épico y en él participó el catalán Antonio Ribera Blancafort (Barcelona 1935-1986), el que fuera después primer rector de la Universidad de las Islas Baleares y catedrático de la Universidad de Barcelona.
Ribera tuvo éxito académico y fue reconocido como un químico insigne a su vuelta de su aventura en el Reino Unido. Pero su participación en el descubrimiento del ibuprofeno, cuando daba sus primeros pasos profesionales, apenas se divulgó. El mérito mediático se lo llevó la compañía «Boots Pure Drug» y los científicos británicos que también colaboraron en su desarrollo, como se puede leer en el libro «Ibuprofeno».
«Quizá porque Antonio siempre se quitaba importancia y nunca presumía de ello», explica a ABC su viuda África Madariaga, también química. «Solía comentar que había tenido mucha suerte por ser español y haber participado en un hallazgo tan relevante. Dios me iluminó», recuerda.
De una modestia extrema
A África nunca le había molestado esa modestia extrema de su marido «porque en los círculos académicos siempre se le había reconocido su trabajo». Tras su fallecimiento, a ella le bastaba con ir a cualquier farmacia del mundo y encontrar una caja de ibuprofeno; «ese era mi orgullo», dice. Pero la muerte hace unos meses del investigador inglés Stewart Adams, al que muchos medios de comunicación definieron «como el inventor del ibuprofeno» actuó como un resorte en África. Ese día decidió que debía reivindicar la figura de su marido. «Me niego a que le roben el mérito», se queja a este periódico, a quien acude para reparar el olvido. Lo argumenta con la patente del ibuprofeno y otros documentos que demuestran la autoría indiscutible del profesor Ribera.
En la patente de «Boots» aparecen, por este orden, Stewart Adams, Bernard John Armitage, John Stuart Nicholson y, por último, el químico español. En este caso el orden importa porque el último firmante siempre es el de mayor relevancia. Es el documento que acredita la autoría intelectual del hallazgo porque los comerciales pertenecen a la compañía farmacéutica.
«No hay ninguna duda de que el doctor Ribera es el autor material del ibuprofeno. Fue él quien diseñó la estructura química», asegura Juan Carlos Domingo, del departamento de Bioquímica de la Universidad de Barcelona. Domingo, que fue alumno suyo en su última etapa profesional, cree que en la épica del descubrimiento del ibuprofeno la memoria ha preferido premiar la participación de los investigadores anglosajones porque el medicamento surgió en un laboratorio británico. «Al profesor Ribera se le recuerda como primer rector de la Universidad de Baleares pero, curiosamente, no como descubridor del ibuprofeno, es una incongruencia».
La historia del ibuprofeno se empezó a escribir en los años 50 en el centro de investigación que la compañía «Boots» poseía en Nottingham en los años 50. Como en la mayoría de los grandes hallazgos, el medicamento fue el resultado de un laborioso trabajo en equipo. Una de las mentes brillantes que colaboraron fue Antonio Ribera que dio con la fórmula adecuada, después fue Adams quien se encargó de sintetizarla. Ribera llegó en 1961 al centro con una beca para estudiantes extranjeros. Su talento no pasó desapercibido y no tardaron en contrataron al joven químico. «Después me contrataron a mí, pero era a él a quien querían», recuerda su viuda.
La compañía le encargó centrar su investigación en antiinflamatorios no esteroideos, también conocidos como AINEs. Buscaban una alternativa más potente que la aspirina para tratar la artritis reumatoide y se toparon con un remedio de triple acción que reducía la inflamación, bajaba la fiebre y también funcionaba como analgésico. «Eso fue lo que más sorprendía a mi marido, su capacidad para eliminar el dolor», rememora África Madariaga. Y ese efecto es el que convirtió al ibuprofeno en uno de los medicamentos más populares en el mundo. Aún hoy sigue siendo el mejor aliado para calmar los dolores leves y moderados e incluso puede suavizar los efectos de la reseca, como pudo comprobar antes que nadie Stewart Adams, según contó en una entrevista al diario «The Telegraph».
Contra la artritis
Los primeros ensayos clínicos con voluntarios empezaron en 1966. Tres años después, se lanzó el nuevo tratamiento contra la artritis bajo el nombre comercial de «Brufen». Para entonces, la pareja Ribera-Madariaga ya había regresado a España en busca de apoyo familiar para criar a sus hijos.
África Madariaga conserva como oro en paño la carta de recomendación que el director de investigación de Boots escribió sobre su marido: «La marcha del doctor Ribera es una seria pérdida para mi plantilla», escribe el doctor Peak al profesor Ángel Martín Municio y director del Instituto de Química del CSIC, centro al que se incorporó tras volver de Inglaterra. Hoy las ventas anuales del ibuprofeno en el mundo superan los 3.000 millones de dólares.