Un lugar llamado absurdo
Ni duda cabe que este país es así. Cuando cualquiera que se indigna por el caos que priva en las calles voltea a ver el retrete en que vivimos todos los días desde la macroeconomía, comprende fácilmente la razón. Y nada tiene que ver el tinte partidista o la ramplona dualidad chaira-fifí. Es un asunto de incompetencias y en esto no existen sesgos. La incapacidad para hacer las cosas como se espera no es privativa de unos cuantos ni menester de colores. Y no dudo que haya entes capaces de hacer de este un mejor entorno, pero no comprendo por qué habiéndolos las decisiones recaen en quienes no saben o, por lo menos, no hacen caso a quienes sí.
Para comprender mejor el estado de las cosas el mejor botón de muestra es la reunión entre “picudazos” de México y Estados Unidos, para evitar los aranceles leoninos que “Orange” Trump buscaba cargarle a las importaciones tenochcas. El encuentro bilateral tuvo su final feliz al cumplir el capricho de los yanquis cerrando la frontera sur azteca a migrantes que se dirigen al sueño americano. El problema es que para satisfacer al Tío Sam hubo que encargar al secretario del exterior de asuntos migratorios, que competen a Gobernación. Así de ilógico es el tema.
Aunque el absurdo no para ahí, sobre todo cuando se suspenden las labores del futuro aeropuerto en Santa Lucía por orden de un juez, en virtud de no contar con estudios de impacto ambiental, cuando la alternativa de esta terminal surgió, precisamente, por la inviabilidad ambiental del aeropuerto de Texcoco (amén del aberrante costo que implicaría su construcción). Y sumo y sigo, todos los días hay conferencias mañaneras que dan cuenta de la energía vital del presidente, aunque no se le paga por desplegar ganas de desmañanarse, mucho menos de ser su propio vocero. Se le paga para resolver los problemas del país y, o esta nación es muy desesperada, o luego de medio año se sigue sin tener señales de mejoras.
Y esto sin entrar en otros terrenos, ni ahondar en los miles de temas pendientes por resolver en el concierto nacional, que competen a zurdos, diestros y céntricos. Temas legales, económicos, sociales, religiosos, artísticos y de cualquier otra índole. Parece que a los encargados de dirigir el país y sus regiones poco o nada importa que las pifias cometidas impactan en el imaginario de la gente, en su dinámica cotidiana. Ello podría explicar el repunte del crimen, el imperio de la informalidad, las presiones de cualquier sector con el amago de toma de calles, la indiferencia de tantos ante el respeto a las instituciones, el desprecio de muchos por todo lo que signifique imperio de la Ley. Y al parecer no han calculado el costo político que eso implica. O quizá sí.
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