Adiós a la reina del sexo y el "shopping"
El domingo por la noche nos enteramos de la muerte, a los 91 años, de la autora Judith Krantz, quien falleció como todos podríamos desear, tranquila, por causas naturales, sin dolor y, como decía el comunicado, rodeada por su familia y cuatro perros.
Sé que la vida de esta mujer, quien escribió su primera novela hasta los 50 años, tal vez no figure en el reconocimiento de las nuevas generaciones, pero tengo que decirles que para muchas de nosotras ella fue la razón por la que nos enamoramos de la lectura a edad muy temprana.
Siempre he dicho que nadie escribía mejor sobre temas frívolos como lo hacía Judith Krantz, quien vendió más de 50 millones de libros impresos, pero hoy recapacito un poco cuando pienso en lo que es la frivolidad. Sí, ella fue una periodista de moda en París y escribió por años artículos valientes y controvertidos para revistas como Cosmopolitan. Y sí, esos temas eran los que se reflejaban en sus maravillosas novelas como Escrúpulos, La princesa Daisy, La hija de Mistral (mi favorito), Hasta que volvamos a encontrarnos y tantos más.
Eran libros verdaderamente detallados, desde las valientes protagonistas, hasta sus grandes villanos. Mostraron el mundo de la moda, la publicidad, el arte y la libertad femenina de tal manera, que para todas las jóvenes que la leíamos nos ayudó a dar por hecho que no había nada en el mundo que no pudiéramos tener por nuestro sexo. Y si hablamos de sexo, vaya que tenía de esas escenas eróticas y bien narradas que humillarían por simplonas y aburridas a cualquier sobra de Gray, solo que lo hacía de tal manera que si uno se acercaba, como quien les escribe lo hacía, sin un particular morbo, eran simplemente un elemento más en la historia. Uno importante, uno incluyente (nunca faltaba el personaje gay, y era finales de los 70, pero jamás era algo que destacar, solo una realidad en la vida). Considero que ella fue una visionaria sin querer serlo. Solo contaba apasionadamente la vida de sus personajes, como Billy Ikehorn, la ex chica rechazada por la alta sociedad de Boston por obesa, quien en un viaje a París se transforma y regresa a convertirse en una de las mujeres más ricas, aunque solas, del mundo, con naturalidad. Aunque las historias fueran extremas.
Ella, de la mano de su esposo, el productor Steve Krantz, prácticamente reinventaron las miniseries televisivas, llevando varios de sus mejores libros a la pantalla. Y sí, hablaban de un mundo en el que el sexo y el shopping no eran motivo de vergüenza, pero donde la realización personal no estaba peleada con los mundanos placeres de la vida. ¿Qué más liberador que eso cuando uno está buscando entretenerse con un buen libro de playa o aeropuerto?
Si hay una lección que me llevo de esta mujer y sus personajes es que nunca es tarde para hacer lo que amas, y que nada ni nadie te debe limitar.
Tal vez en una pequeña parte de mi subconsciente, siempre he vivido imaginándome como una de las heroínas de las novelas de Judith Krantz. No es Tolstói ni García Márquez, pero vaya que marcó vidas.
Twitter: @SusanaMoscatel