La hora de la justicia
Parece ser que en el país del "Todo se puede, no pasa nada", en esta ocasión, por primera vez suceda lo inesperado: que los mexicanos involucrados en el caso Odebrecht, en el que el mismo ex presidente EPN no está fuera de las sospechas, sean investigados, sometidos a proceso y, de encontrárseles alguna responsabilidad, paguen por sus delitos.
En Perú, todos los que desde el 2001 han pasado por la Presidencia de la República están siendo investigados por posibles nexos delictivos con la empresa brasileña Odebrecht; en México, en cambio, este asunto a los ex presidentes no les quita el sueño.
Los casos más sobresalientes de los resultados de las investigaciones realizadas en Perú son los de los ex presidentes Alejandro Toledo, a quien a principios de 2017 se le giró orden de aprehensión junto con su esposa; y el del ex presidente Alan García, quien el pasado mes de abril prefirió suicidarse frente a un fiscal y los policías que, por decreto judicial, realizarían un cateo.
En México existe la promesa del presidente AMLO, desde que era candidato por tercera vez a la Presidencia de la República, que no hará uso del aparato judicial (fiscalías y tribunales) para el cobro de facturas políticas, que él no es vengativo, que no hay que ver hacia atrás sino hacia adelante.
Esta postura ha sido interpretada por sus opositores (que no críticos, porque la crítica no es solo negar todo lo que hace el adversario), como un saludo cordial a la impunidad.
Pero ahora, con la orden de aprehensión contra el ex director de Pemex en el sexenio de EPN, Emilio Lozoya y algunos de sus familiares presuntamente cómplices, girada por la Fiscalía General de la República, las cosas podrían ser percibidas por la opinión pública de diferente manera. Para unos, tal vez sean estas acciones una prueba de que el Presidente sí es muy vengativo; para otros, posiblemente la mayoría, que, por fin, la hora de la justicia en México ha llegado.