La Contracultura convertida en cultura
Trascurrían los lejanísimos años 80 en la provincial Guadalajara, ciudad donde las damas y los catrines iban perfumados y las calandrias se mecían al compás de un vals ranchero al atardecer. Y es justo en esta noble tierra tapatía ochentera donde se fraguó, en lo más recóndito de las entrañas citadinas, un movimiento contracultural que se extendió por todo el país por más de diez años.
Para entonces, habían trascurrido casi tres lustros del borlote mundial que armó “La revo” con su tema “Nasty sex y se escuchaba a diario esa vieja y roída cantaleta de la ilustrada intelectualidad jericayera: “en Guadalajara nunca pasa nada”, pero en realidad, es que de las alcantarillas, de los talleres literarios y de las escuelas de artes surgían entes y personajes, que en franca lucha y contraposición con las jerarquías establecidas, daban un frescor revitalizante al muy conservador movimiento cultural mexicano.
Grupos musicales cómo “El Personal” y “Clips” (esto fue antes de “Caifanes” y “La maldita”, cuando en México sólo se escuchaba Yuri y José José,); Pintores de la talla de Benito Zamora, Martha Pacheco y Alejandro Colunga, además de Ricardo Yáñez en las letras, iban muy a la vanguardia de la contracultura nacional, imponiéndose incluso, la dura friega de ser oriundos y residentes de esta pueblerina provincia, pues en ese entonces, cómo ahora, fuera de la gran capital todo era Iztapalapa y nada o casi nada podía suceder si no era con el beneplácito del “tlatoánico” centro mexicano.
Uno de los valores que tuvo este movimiento, que por cierto fue invisible para muchos tapatios, es que vivió una evolución dialéctica muy positiva y expansiva, ya que en menos de cinco años el virus había cundido por casi todos los extractos sociales. Pues mientras decenas de pandillas barriales formaban colectivos culturales y editaban fanzines independientes y algunos jóvenes de clases más o menos acomodadas se convertían en buenos músicos, cineastas, moneros y escritores, mismos que a la postre ganarían oscares y patrocinarían a selecciones nacionales de matemáticas, en otras entidades se espantaban aun porque Lucerito se echaba flatulencias en cadena nacional.
Pero lo anterior no fue gratis y mucho menos fue un paraíso, y la razón es que todos, y en eso me refiero a ricos y pobres, empíricos e instruidos, tuvimos que luchar en mayor o menor medida contra lo que era políticamente correcto en esos entonces y sobre todo, en contra de una sociedad intolerante y cerrada. Ya que la mayoría de los eventos organizados, las exposiciones de arte no emprendidas por el gobierno y cualquier fiesta con música de alternativa eran clausurados por el ayuntamiento, y eso cuando nos iba bien, pues muchas veces éramos diluidos por amables policías que nos invitaban a abandonar el lugar a empujones y macanazo limpio.