Lo urgente y lo importante
La economía mexicana se encuentra en una encrucijada: a la desaceleración económica, los vientos inestables del entorno internacional y la renuncia Carlos Urzúa a la Secretaría de Hacienda, hay que sumarle la discusión sobre la posibilidad de una recesión.
Técnica o leve, pero se discute si se dará o ya estamos en ella. La cuestión no pasa por los obstáculos o los malos augurios -constantes desde hace tiempo para una sociedad acostumbrada a las crisis- sino que los motores que deben impulsarnos contracorriente se mueven en forma lenta. Ni las inversiones ni las obras públicas están en su mejor momento.
Luego de un primer trimestre complicado, el segundo semestre del año siguió la tendencia de desaceleración. Pero en medio de los frenos, la incertidumbre se ha convertido en una de las grandes preocupaciones para los consumidores y los empresarios, lo que quiere decir que tanto el consumo como las inversiones están en fase de expectativa, esperando señales para detonar. Y en este sentido, las versiones contrapuestas de los bancos y el gobierno sobre la posibilidad de una recesión no ayudan mucho.
Mientras la presión internacional de la guerra comercial y los pronósticos de escaso crecimiento son cada vez más acuciantes, la respuesta del dinamismo interno se está dilatando. Las grandes obras anunciadas por el gobierno están siendo demoradas por motivos diversos. El aeropuerto, la refinería y el Tren Maya tienen un ritmo distinto al que se requiere para enfrentar esta desaceleración, ya que sus beneficios en materia de inversión, empleo y generación de riqueza recién se verían en el mediano y largo plazo. En otras palabras, pueden resolver algo importante pero no lo urgente.
La cuestión de fondo es que si no se reavivan los motores y no se logra impulsar un crecimiento económico importante no se podrá enfrentar con éxito los grandes problemas que aquejan a la población: la pobreza y la desigualdad. Cuanto más tiempo se demore la reactivación de la economía, más se demoran las soluciones y más se alejan las personas que viven en la pobreza de la oportunidad de un buen empleo, un buen ingreso y una mejoría en su condición de vida.
Con una de las desigualdades sociales y de ingresos más profundas de América Latina, y con una pobreza que alcanza a cerca de la mitad de la población, la urgencia es igual de importante que lo importante. Por eso hay que acelerar los motores y redirigir la inversión pública.
No sólo se trata de impulsar obras que generen dinamismo en forma rápida, sino que mediante el empleo y la distribución de ingresos se favorezca a la gente, se apuntale el consumo y se den señales claras de confianza para la radicación de inversiones.
Reactivar y construir. Lo urgente y lo importante. En el fondo, es importante que mejore la economía si con ello mejora la gente: si disminuye la pobreza, si hay menos desigualdad, si los empleos son buenos y si hay oportunidades para vivir mejor. Enfrentar la desaceleración con un golpe de timón puede ser la mejor señal de confianza para enfilar hacia lo importante.
@farinaojeda