Vuelos de andar por casa
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Tubos de aluminio, superficies enteladas con drakon, controles de vuelo simples y un motor «Rotax» de 50 caballos, carlinga abierta y, sobre todo, mucha libertad. Así nacieron los aviones ULM, ultraligeros, que acercaron el placer de volar a un sector de la población, claro está que minoritario, que no podía afrontar los gastos de una «Cessna», un avión «de verdad», ni las exigencias de la normativa aeronáutica y de los cursos para obtener el título de piloto. Las prestaciones de los primeros ULM no era especialmente brillantes: vuelos diurnos, en condiciones de poco viento y sin grandes térmicas ascendentes, velocidades de 100 kilómetros por hora y autonomías cortas. Pero despegaban de campos sin apenas preparar, el mantenimiento técnico se lo podía hacer uno mismo y no era preciso seguir más reglas que las de no volar por encima de 300 metros de altitud y evitar las zonas urbanas y las aglomeraciones humanas.
El sector se extendió, se ampliaron los tipos de aparatos, hasta incluir helicópteros y aviones anfibios –los primeros autogiros ULM se fabricaron en la década de los 80 en Zaragoza–, y las nuevas tecnologías en materiales de carbono, motores y electrónica nos permitieron llegar a la situación actual, donde estas aeronaves son casi pequeños aviones en miniatura, con cabinas cerradas, instrumental completo, mayores autonomías y el peso máximo autorizado en despegue cercano a los 500 kilos en algunos modelos biplazas. En España hay registradas más de 3.000 de estas aeronaves, aunque no todas están en estado de vuelo. Y con las mejoras, también están llegando las restricciones burocráticas de la Administración, que cambiarán el paradigma de los ULM, basada en la responsabilidad individual del piloto/propietario. Ciertamente, hay accidentes, muchos de ellos con consecuencias trágicas, pero no más que en la aviación general. Muchos, sin embargo, se producen por deficiencias en el mantenimiento de los aparatos o por no atender debidamente a las condiciones meteo de la ruta prevista, como constata la Comisión de Investigación de Accidentes de Fomento.