Sabina, 7.305 días y 500 noches
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1999 fue el año del huracán. Al menos para Joaquín Sabina, que publicó un disco imperial, que cumple 20 años mañana. Con «19 días y 500 noches» el cantautor de Úbeda firmó su obra definitiva. Juan Puchades, escritor y periodista musical, ha publicado ahora «19 días y 500 noches. Sabina fin de siglo» (Efe Eme). Un libro excepcional donde disecciona, de la mano de Sabina y el resto de implicados, la gestación del disco. Su repertorio dinamita. Sus torrenciales afluentes. Su cegador impacto. Preguntado por qué este álbum, responde que «es uno de los más grandes de la historia de la música popular española. Probablemente, en una lista imaginaria, se sitúe entre los cinco primeros. Esa es razón suficiente para escogerlo, pero además es, sin duda, de entre las obras maestras de Sabina, la más perfecta, la que reúne un repertorio incuestionable, en el que nada sobra ni nada falta, junto a un sonido que lo captura sin artificios».
Concebido tras el desastre de su cohabitación con Fito Páez, con el que el año anterior había entregado el estupendo y desequilibrado «Enemigos íntimos», Sabina no regresó para trabajar con su equipo médico habitual, esto es, con sus compositores, músicos y productores asiduos, Pancho Varona y Antonio García de Diego. Antes al contrario, se encerró a escribir las canciones de «19 días» y posteriormente trabajó junto a Alejo Stivel, vocalista de Tequila reciclado como productor de éxito, en los estudios ASK, propiedad de Alejo, y el El Cortijo, en Málaga. Alejo, exiliado argentino, hijo de la actriz Zulema Katz, había perdido a su padrastro, el poeta y guionista Paco Urondo, asesinado por sicarios de la dictadura. Tras el esplendor de Tequila junto a otro cómplice porteño, el igualmente legendario Ariel Rot, afrontó los noventa convertido en productor.