Un carné que abre caminos
Francisco Álvarez Castro, residente en Calle 4 Norte, No. 1102, municipio de Guantánamo, se dirigió a la sede de la Asociación Cubana de Limitados Físico Motores (Aclifim) de su provincia de Guantánamo. Su próposito era buscar una asociación donde integrar a su mamá, la cual padece de esquizofrenia paranoide.
Cuenta que entre sus objetivos estaba adquirir el «tan deseado carné que identifica a las personas con discapacidad, gracias al cual estas y sus familiares se libran de tan frecuentes colas a las que nos enfrentamos los cubanos».
Alega el remitente que por las discapacidades que presentan algunas personas, los responsables de atenderlas no tienen tiempo para hacer las colas que garantizan la adquisición de alimentos y otros productos de primera necesidad, por eso es que acudió a la Aclifim en busca de una ayuda que no le podían dar porque, según le explicó el Presidente de la referida Asociación, esa prerrogativa era solo para personas con discapacidades visibles de algunos de los miembros motores del cuerpo humano.
Su insistencia lo condujo a la Dirección Provincial de Salud, donde asegura que lo atendió amablemente un especialista del Departamento de Salud Mental, quien le confirmó lo argumentado en la Aclifim en Guantánamo.
Francisco pregunta por qué el Ministerio de Salud Pública no da la posibilidad a quienes padecen la enfermedad de su madre de adquirir un carné u otro documento que los identifique, como lo hacen la Aclifim y las asociaciones nacionales de Sordos de Cuba (Ansoc) y de Ciegos y Débiles Visuales (Anci).
Sugiere, y esta redactora también así lo considera, que quienes padecen esta enfermedad deberían asociarse para que confraternicen y desarrollen actividades, al tiempo que los responsables de su cuidado reciban algún alivio, pues andan con sus familiares afectados en la calle y en los quehaceres diarios.
Que todo sea por el bosque
Con un tono urgente, Roberto Feitas Anaya —vecino de Guillermo Alarcón, No. 57, Pueblo Nuevo, Media Luna, provincia de Granma— escribe a esta sección en busca de ayuda para salvar un pequeño pero valioso bosque que protege el vecindario donde él vive.
Cuenta el remitente que este reservorio de vida, ubicado muy cerca de un río, es antídoto de fuertes vientos y la erosión del suelo. No obstante, algunos irresponsables han olvidado sus bondades y han arremetido contra él de manera desmedida, talándolo al punto de convertirlo en una sabana.
«Los vecinos estamos preocupados porque en esta etapa en que ocurren ciclones y otros eventos meteorológicos nos están quitando nuestro único respaldo», asevera.
Roberto asegura que hace poco más de un mes presentó esta queja en el Gobierno Municipal y aún no ha recibido respuesta. Se pregunta con indignación: ¿Por qué en tiempos que demandan como nunca cuidar al medio ambiente ocurren hechos como ese?
Recuerda que Cuba cuenta con la Tarea Vida, una estrategia gubernamental encaminada a atenuar los efectos del cambio climático, que parece ser desconocida por estos enemigos del bosque, quienes ignoran que por cada árbol talado hay que sembrar cinco.
Quienes hemos seguido de cerca los incendios que devoran la Amazonía y los bosques africanos, hemos sufrido cada uno de los estragos de vida que allí se producen, más allá de lo lejos que se encuentran de nosotros geográficamente.
La Amazonía es el pulmón del planeta, es patrimonio de la humanidad, pero cada bosque, por pequeño que sea, es fuente de salud y vida, y también es patrimonio de quienes lo colindan. Merece respeto, como exige Roberto desde Media Luna.