Hay que ponerle brío a lo que se pretenda
SANCTI SPÍRITUS.— Mayubi Álvarez Román maquilla con dosis de facilidad su capacidad para «arrastrar» a los demás a cualquier acción. Al escucharla, aunque confiesa que le teme a las grabadoras, le resta importancia a las horas extra que dedica para preparar actividades fuera de su contenido laboral o cumplir con las disposiciones de la Asamblea Nacional del Poder Popular. Cuenta sobre ello con un aroma de disfrute que contagia. Resulta, sin dudas, una verdadera líder.
«Me gusta cumplir con todas las tareas porque desde pequeña soy muy responsable. Cuando realizo cualquier acción apuesto por indagar en la realidad de las cosas para entonces asumir mi propia postura y decidir qué hacer.
«Creo que eso es lo que me ha convertido en lo que soy, además de que a la hora de hacer las cosas, prefiero la unión entre todas las personas que me rodean y distribuyo las responsabilidades para que no recaiga en los de siempre», asegura quien a través de sus ojos verdes regala mucha seguridad al narrar algunos de los pasajes de su vida, esos que iniciaron en Guasimal, una comunidad rural perteneciente al municipio de Sancti Spíritus.
Justo allí dio sus primeros pasos como una voz a seguir, sobre todo por la madurez con que asumía cada una las responsabilidades que se le otorgaban. A pesar del tiempo transcurrido, su voz se resquebraja al recordar los días en que corría descalza por los trillos de Guasimal. Con apenas 15 años, llenó una maleta y partió hacia el Instituto Politécnico de Informática (IPI) Armando de la Rosa Ruiz, de la provincia, donde supo que para crecer como profesional debía decirle adiós a todo ese entorno rural.
«Me gustaba mucho estar allá, pero la vida cambia y una tiene que crecer dentro de la profesión y en el campo, lamentablemente, no se encuentran siempre todas las opciones. De aquellos días, me nutro de los valores que me inculcaron mis padres y de la forma en que aprendí a observar el entorno que me rodeaba».
—¿La informática por vocación o casualidad?
—Desde que inicié la escuela, descubrí que los números eran lo mío. Por eso, al terminar 9no. grado, me hablaron de las posibilidades que tenía al graduarme en el IPI y que, por supuesto, tenía la opción de seguir estudios universitarios. No lo dudé. Fueron años que recuerdo con mucho cariño por las amistades que coseché y por lo aprendido.
—¿Por qué no seguiste esa especialidad?
—Al concluir en el politécnico, me ubicaron en mi actual centro de trabajo: la Empresa de Proyectos de Arquitectura e Ingeniería, donde he ocupado muchas plazas, hasta que llegué al Departamento de Calidad. Fue cuando dije: «Esto es lo mío». Como te conté antes, siempre estuvo entre mis anhelos ser universitaria. Por eso, sin dejar de trabajar, me preparé para las pruebas de ingreso y opté por Ingeniería Industrial, que me resultó, entre las opciones, la más atractiva y útil para mi labor.
«Luego de seis años de estudios, me gradué en 2011 en la Universidad de Sancti Spíritus José Martí, donde también hice la maestría en Calidad. Esa carrera responde a las necesidades del país porque en ella se ofrecen todas las herramientas para impulsarlo, a fin de obtener un desarrollo próspero y sostenible.
—¿Qué importancia le concedes a un especialista en Calidad dentro del sector empresarial?
—Vital. Sin ese trabajo sería imposible la obtención de resultados de impacto, duraderos, con valor. Aunque se ha ganado en conciencia, aún el sistema empresarial cubano tiene que darles mayor atención a los criterios de esos especialistas, porque somos los encargados de evaluar lo que luego es consumido, de una u otra forma, por las grandes mayorías.
«Por ejemplo, aquí, donde ocupo el cargo de Especialista B en Calidad, se brindan servicios de proyecto de arquitectura e ingeniería, que luego se materializan en construcciones, resultados de grandes inversiones económicas; de no funcionar, se derrocharía mucho dinero, incluso hasta pudiera provocar afectaciones de otra índole.
«Además de revisar los proyectos, procesos y productos, tenemos un sistema integrado de gestión de la calidad que tiene en cuenta el medio ambiente, la seguridad y la salud que mantenemos actualizado y todos los días aprendemos más con las normas nuevas. De nuestro quehacer depende la satisfacción que tenga el cliente del producto o servicio. Esto esponde, precisamente, a lo que nos ha llamado la máxima dirección del país».
El visto bueno a los proyectos
Entre tantos recuerdos de su labor, siempre vuelve con agrado, cuando en 2015 el grupo técnico de la calidad de la Empresa de Proyectos de Arquitectura e Ingeniería de Sancti Spíritus, al cual pertenece, le dio el visto bueno al proyecto de viviendas económicas, confeccionado por Ángel Rafael Borges, a quien ella acompañó, para presentarlo en la Conferencia Nacional de las Brigadas Técnicas Juveniles (BTJ).
«Gracias a ese proyecto, se construyeron varias de las viviendas del reparto 23 de Diciembre de la ciudad del Yayabo y se llevó la idea a La Habana. Tuvo gran impacto en el país», asegura.
Sobre el buró, bordeando la computadora y los utensilios de oficina, un bulto de papeles esperan por su mirada inquisidora para darles el visto bueno a los proyectos que en un futuro se materializarán. En el pequeño espacio se acomodan también otras obligaciones, relacionadas con sus responsabilidades en el Parlamento de Cuba.
«¡Cómo imaginarlo con solo 32 años! Creo que mi trabajo como secretaria general de comité de base de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) por una década me visualizó. Es un honor representar a la juventud y a la mujer en el Parlamento porque este período de mandato ha sido muy importante y me siento muy identificada», comenta.
—¿Qué no olvidas de tu primera vez en los pasillos del Palacio de Convenciones?
—Ha sido muy gratificante estar cerca de las personas que han construido esta Revolución, escucharlos, ver sus valores y cómo nos los transmiten. La labor del Parlamento es importante, de gran responsabilidad y complicada. Tenemos mucho trabajo en cada una de las comisiones. Formo parte de la de Industria, Construcciones y Energía.
«En esta participa el Comandante de la Revolución Ramiro Valdés, quien con sus reflexiones nos ha permitido entender y trabajar mejor en los controles y fiscalizaciones. Sin dudas, el día que se proclamó la Carta Magna nunca lo olvidaré porque la imagen de Raúl, Díaz-Canel y Lazo tomados de la mano me generó una gran satisfacción. Ese día concienticé que formo parte de un proceso continuo e indetenible.
—¿Es Mayubi una mujer intransigente o pone paños tibios?
—Me gusta que me digan la verdad. Como diputada me tocó, recientemente, visitar el municipio de Taguasco para realizar el control y fiscalización del uso de la energía y conocer la situación de las viviendas de las madres con más de tres hijos menores de 12 años, a fin de entregarles subsidios u otras formas para mejorar a aquellas que lo precisen. Cada caso es diferente por lo que necesito conocer y corroborar cada realidad para no cometer errores a la hora de dictaminar.
—¿Cuántos tropiezos has encontrado en un sector donde predominan los hombres?
—Muchos, aunque ya son menos, gracias a que en nuestra empresa se realizan desde 2014 jornadas dedicadas a la equidad de género y cada vez son más las mujeres que llegan a laborar en el sector de la construcción. Ojalá poco a poco no predominemos solo en las oficinas y sean más las que distingan las producciones.
En el pasado mes de marzo, esta espirituana recibió un inesperado reconocimiento.
«La medalla Abel Santamaría llegó, junto con la entrega de la Bandera de Honor, el más alto estímulo que entrega el Buró Nacional de la UJC, a nuestra empresa. Fueron dobles las alegrías, pues aquí se tiene como estrategia de trabajo el estímulo constante a los jóvenes porque somos ya un colectivo con sangre bisoña.
«Además, con ellos siento que valieron la pena mis diez años como secretaria de comité de base. Aunque pase el tiempo, me será muy difícil desprenderme de esa experiencia que me enseñó a impulsar con bríos especiales todo lo que se pretenda», insiste.