Estragos de las inundaciones: «El agua ha reventado muros de casas; si nadie lo remedia habrá muertes»
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Se encontraba en la calle de la Soledad, una de las más perjudicadas por la DANA, la gota fría que descargó con fuerza ayer en este municipio –que suspendió sus fiestas patronales– y en otros del sureste de la región. No obstante, este pueblo, Villar del Olmo y Nuevo Baztán se han convertido en la «zona cero» de las inundaciones, al ser los más azotados. Por ello ayer fueron recorridos por separado por la presidenta de la Comunidad, Isabel Díaz Ayuso (PP), y por el vicepresidente, Ignacio Aguado (Cs).
Cuando Conchi aludía a que «se deben de tomar medidas», se refería al túnel o puente que hay cerca de las viviendas por el que debería pasar el arroyo que se desbordó el domingo. «No deja correr el agua. En cuanto hay fuertes tormentas como ahora, todo esto se convierte en una cascada gigantesca que anega y arrastra todo lo que encuentra a su paso. Nos hemos pasado la noche mirando por la ventana porque cayó una buena entre las tres y las cuatro de la madrugada. Nos preocupaba que la riada entrara por las ventanas», subrayaba.
Buscaba a África, otra vecina, que fue evacuada cuando el agua le llegaba a la altura del pecho. Operarios y voluntarios se afanaban en sacar el lodo acumulado en patios como el suyo y en el interior de las viviendas, con las marcas del barro en la pared, para arrojar las paladas en contenedores. «Si esto sigue igual, me iré a otro lugar, y eso que me he criado aquí; no quiero que nos pase nada». Ha tenido suerte, dentro de lo que cabe.
«Túneles atascados, viejos colectores en Eurovillas y multas de la Confederación del Tajo por limpiar los cauces agravaron los daños», según los vecinos
Para colmo de males, uno de los vehículos arrastrados se quedó ladeado en la vía pública convirtiendo el lugar en una enorme balsa que penetró en el interior de las casas ante la imposibilidad de continuar su trayecto, calle abajo.
José Luis Fernández estaba tan desbordado como su vivienda: «A mí la granizada del 26 agosto me echó la pared abajo. Puse una valla metálica que ahora está destrozada y un parapeto para que no se colara dentro de la vivienda. Pero la riada volvió a mi patio y buscó una salida hacia la calle». La de la Soledad. Su finca está junto a un barranco pegado al túnel.
«Lo he perdido todo»
Junto a la plaza de la Constitución, Paloma Tejero, de 59 años, se quedó sin nada. El negocio de ropa en el que primero trabajó para después regentarlo desde hace 11 años.
«Me quería morir. No hacía más que llorar y gritar. La tromba de agua reventó el escaparate y lo anegó todo. Lo he perdido todo. Ahora toca luchar», explicaba, atónita. «Dos chapas pegadas a la plaza de toros hicieron de dique y el agua, en tromba, entró en el comercio», indicaba su hija, Fátima López. Familiares y amigos se afanaban con las mangueras en limpiar las cuatro paredes desnudas mientras la arena del coso se apilaba una vez recogida en montones. El alcalde del municipio, Guillermo de Hita, recorrió la zona con Ayuso y solicitó la declaración de zona catastrófica.«Esto está construido sobre un barranco y habrá que hacer algo para que no vuelva a ocurrir», afirmaba el regidor.
«Hemos levantado las alcantarillas»
En Villar del Olmo, el arroyo de la Vega, que recoge el agua de la parte alta de otros pueblos, se desbordó y partió el pueblo en dos al amanecer. Manaba con fuerza en la parte baja. «Ha vuelto a su cauce natural y ha arrasado el histórico lavadero y la fuente de San Isidr
o. Ya ocurrió hace 50 años», decía Loreto Toledo, la alcaldesa. «Hemos pasado la noche achicando en casas y levantando las tapas de las alcantarillas para que tragaran», afirma José Asenjo. Pavimento levantado, olor a humedad y más críticas vecinales. «Parte de culpa de lo ocurrido la tiene la Confederación Hidrográfica del Tajo que multa si se limpian los cauces de los ríos», afirmaba un grupo de lugareños. «Se ha perdido la cosecha de cebolla, de calabaza...», decía Manuel Pérez.
En la enorme urbanización de Eurovillas, con más de 4.000 casas, situada entre Villar del Olmo y Nuevo Baztán, la situación no era más halagüeña. El problema lo achacaban los residentes a la obsoleta red de alcantarillado. Montones de ropa, electrodomésticos, coches anegados, ropas empapadas, chalés sin muros... Era el caso de Marco Antonio: «¡Qué desastre!. Además de perder dos coches, todas las habitaciones de abajo quedaron inservibles y el agua llegó hasta la primer planta. Fue a la hora del partido de baloncesto. Mis hijas lloraban. Hubo gente que se subió al tejado. Lo ves en la tele y te parece horrible, pero cuando lo vives es inenarrable», concluía lleno de barro.