Un grupo de mujeres gaditanas buscan en la cosmética una salida para el alga invasora
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Hace 10 años comenzó, en la orilla de la playa de Bolonia, un plan educativo para adultos que tenía como objetivo fomentar el emprendimiento femenino mediante el uso de las algas. Surgía, según Antonio Vegara, uno de sus impulsores y profesor de Educación Permanente, como respuesta a una sociedad muy patriarcalizada, marcada por la precariedad y el narcotráfico. Las mujeres de la zona «necesitaban una educación que pudieran tocar con las manos, que les sirviera», asegura a este diario.
Las alumnas, conformadas en varios «grupos de empoderamiento femenino», como las denomina Vegara, recolectaban las algas autóctonas y, estudiando su composición, investigaban con ayuda de las universidades de Cádiz y Málaga hasta dar con la fórmula para crear productos cosméticos. En esta década han logrado registrar a nivel europeo tres de ellos, una crema corporal y otras dos faciales –una antiarrugas y otra fotoprotectora–.
Las 14 mujeres que actualmente pertenecen al proyecto han aprendido todas las fases necesarias para la producción, como la recolección, el contacto con proveedores y la venta de cara al público, que realizan sobre todo en mercadillos artesanos. Todas ellas costean lo que producen y ninguna consigue un beneficio superior a los 400 euros anuales. Ese dinero lo reinvierten en el plan, que apenas recibe 2.300 euros por curso de dinero público. «Solo la máquina emulsionadora que hemos comprado este año ya cuesta 2.200», afirma Vegara.
También se ahorra para el registro de nuevos productos. «El proceso completo cuesta entre 8.000 y 12.000 euros, seas una gran empresa o un pequeño grupo como el nuestro», se lamenta el profesor, quien relata la fase final del plan: cuando se sienten preparadas para trabajar por su cuenta, se les ceden todos los derechos de los productos que han desarrollado. Al comienzo de todo, la rugulopteryx no había entrado en escena, pero ahora ha obligado a cambiar todos los planes de futuro porque apenas quedan ejemplares autóctonos y el alga invasora ha colonizado las playas del rincón más al sur de Europa.
Tratando de hacer de la necesidad una virtud, se han visto inmersas en encontrar una salida a la invasión en el laboratorio con el que cuentan en Tarifa, cedido por el Ayuntamiento. En palabras de Vegara, el objetivo es «hacer de 100.000 toneladas de problemas, 100.000 toneladas de soluciones». Porque esa ingente cantidad de algas supone un desafío y una gran amenaza: el coral naranja ha desaparecido de la zona y especies como el erizo o las ortiguillas han visto decrecer drásticamente su población por culpa de la invasión.
El impulsor del plan educativo relata a ABC que al principio se creía que la isla de Las Palomas, en Tarifa, y el Peñón de Gibraltar harían de muro de contención. Nada más lejos de la realidad: actualmente, la rugulopteryx se extiende desde Motril (Granada) hasta la desembocadura del Guadalquivir, aunque el Estrecho sea donde más impacto ha causado porque le sienta como «un traje a medida»: «Hay mucha luz, agua clara, sustratos sólidos y oxígeno en abundancia».
Además, Vegara hace referencia a un modelo de predicción de la expansión del alga y asegura que colonizará las dos orillas de todo el Mediterráneo, desde España hasta Turquía. En el Atlántico se podría expandir desde el Sáhara Occidental hasta la desembocadura del Tajo, en Portugal. «Esta alga se va a convertir en el demonio del Mediterráneo», sentencia.