El problema de la culpa
Recién concluida la Segunda Guerra Mundial, el filósofo alemán Karl Jaspers publicó un potente ensayo que tituló El problema de la culpa, donde analizó las posibilidades de atribuir alguna culpa a la sociedad alemana por el sinnúmero de atrocidades cometidas en los campos de concentración nazi en contra de la población judía, gitana, polaca, afro y cualquier otra no considerada aria.
Jaspers clasificó la culpa en cuatro categorías: la penal, la política, la moral y la metafísica.
La culpa penal, como su nombre lo indica, está asociada a los efectos que trae consigo la violación de las leyes y códigos penales vigentes. La culpa política se relaciona con la responsabilidad que tiene el ciudadano al momento de elegir a quien le represente. La culpa moral está asociada a la responsabilidad derivada de abrazar valores o pautas que encarnan ciertas aspiraciones éticas, y que al momento de llevarse a la práctica menoscaban la vida o condición de algunas personas o grupos en particular. Por último, la culpa metafísica se desprende de hacer poco o nada ante situaciones inhumanas como en su momento fue el genocidio dirigido por el gobierno de Hitler.
Traigo esta referencia de Jaspers a cuento por la desafortunada decisión del gobierno federal de recortar el 98 por ciento del presupuesto con el que hasta ahora había venido operando el bachillerato en línea de la Secretaría de Educación Pública.
Por sus afectaciones, la decisión me parece esféricamente errada. Me explico.
De entrada, se ampliará la brecha de desigualdad social debido a que los más de 140 mil jóvenes y adultos que no concluirán su bachillerato quedarán condenados a desempeñar actividades laborales poco cualificadas y mal remuneradas, minimizando las posibilidades de que alcancen la escalera de la movilidad social ascendente.
Lo anterior, además de deslegitimar el discurso de “primero los pobres y los marginados”, agudiza el problema de la deserción en México (cuya piedra en el zapato es el bachillerato) y al mismo tiempo dejando sin empleo a 2 mil 800 tutores, facilitadores, supervisores y administrativos adscritos a dicha modalidad educativa.
Sin duda, estos no serán los únicos efectos. Queda por ver quién, o quiénes, se dignan a encarar el problema de la culpa.