Golpes de Estado y de pecho
El 17 de octubre pasado, ya sea por perversa maquinación, o mera casualidad (como “el burro que tocó la flauta”), se dio la capitulación del Estado mexicano ante un delincuente apodado “el Ratón” y la publicación del decreto que amplía el período de gobierno al sátrapa de Jaime Bonilla.
En Baja California, nuestros deficientes y anacrónicos mecanismos de control de la Constitucionalidad han colocado a los mexicanos en una situación de indefensión (en Perú cinco mil ciudadanos pueden presentar una acción de inconstitucionalidad) y al Estado de derecho en un callejón sin salida. Veamos:
De los ocho sujetos legitimados para presentar acciones de inconstitucionalidad, tres se abstuvieron de hacerlo: el Ejecutivo Federal; la CNDH y su equivalente estatal; mientras que los diputados locales que podían hacerlo, no logran el 33% requerido. Cuatro dirigentes nacionales de partidos políticos las presentaron, pero cometieron el gravísimo error de hacerlo como si se tratara de un acto electoral, cuando es de naturaleza constitucional.
Esto desde el punto de vista jurídico. Políticamente es muy improbable que al menos tres de los actuales diez integrantes de la Suprema Corte no se plieguen a lo que se les ordene desde la Presidencia, dados los inconstitucionales sueldos de que gozan. Por eso Olga Sánchez dice que va a “pervivir”, aunque sea notoriamente inconstitucional.
Las reacciones a tales hechos han sido tan importantes que hasta el propio Presidente habla de un “golpe de Estado”, tratando de victimizarse.
El Presidente no se ha dado cuenta que no solo existen golpes de Estado militares sino que también golpes de Estado Constitucionales, que es cuando las autoridades civiles de los órganos del Estado usan su poder para impedir la plena vigencia de la Constitución y del Estado de derecho. Los primeros son más recurrentes y escandalosos. Los segundos más raros y silenciosos. Ambos golpes de Estado, e igualmente graves.
Pero, existen también los “golpes de pecho”: cuando en un Estado laico sus autoridades insisten en hablar de catecismos morales y en compararse con Jesús Cristo.
Así entonces “ve la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio”.