José de la Colina, insobornable
Ayer la muerte, esa muerte -la que celebramos a punta de “lloronas” el fin de semana pasado- reclamó la vida del escritor José de la Colina a sus 85 años. El español-mexicano es punto referencial en las letras mexicanas gracias a su notable carrera, premios y colaboraciones en publicaciones como Letras Libres, la Revista de la Universidad de México, México en la Cultura y El Nacional, entre otros medios. De él dijo Octavio Paz: “(…) Una conciencia insobornable, un amigo abierto y leal, un escritor singular: su prosa es una de las mejores de México. Más que un solitario, un libertario: más que un libertario, un espíritu libre”.
Nació en Santander, España en1934, llegó a México en 1940. Hablaba con la “ce” a los españoles del Colegio Madrid y con “s” a los mexicanos del barrio. A los 13 años incursionó en la radio y luego, amando como amó el cine, terminó entrevistando a Luis Buñuel.
De la Colina, señaló sobre sí mismo: “Hablaba de películas como un ensayo, de eso viví y me profesionalicé”. La partida del escritor se lleva un trecho de historia y deja un hueco histórico. Uno teme pues, luego de leer esas entrevistas, reír, soñar, sentir esos textos y observar esa vida que “esas” épocas narrativas y escriturales -aunque fuesen tachadas de conservadoras- no se podrán repetir.
Recibió el Premio Xavier Villaurrutia en el año 2013 por el ensayo “De libertades fantasmas o de la literatura como juego”, también fue reconocido en el Homenaje Nacional de Periodismo Cultural Fernando Benítez. Fue miembro del consejo de redacción de las revistas Nuevo Cine, Plural, Revista Mexicana de Literatura y la mítica Vuelta. Fue director durante 20 años del Semanario Cultural de Novedades y autor de Miradas al cine, (1972) La Tumba India (1984), Tren de Historias (1998), Muertes ejemplares (2004) Traer a cuento. Narrativa (1959-2003).
Comparto estas palabras de José de la Colina, fruto de una entrevista que publicó en 2014 la periodista Mónica Maristain: “(…) Hay autores como Jorge Luis Borges, que siempre escribieron igual no obstante siempre fueron buenos e interesantes. Eso de experimentar por experimentar o que hay autores que son interesantes solo si son avant-garde cada vez me importa menos. Me parece que no va por ahí la cosa. Hay la cuenta larga y la cuenta corta en la literatura. Me parece que hay señores que avanzan sin parecer que avancen formalmente y con ello están cambiando la literatura. Borges fue uno. En México, Juan José Arreola, que no tiene nada de experimental ni de vanguardia. Eso tendría que explicarlo más ampliamente, aunque sé que por eso me llaman conservador. ¿Y qué?”, señaló.
En paz descanse pues, este insobornable.