La violencia de la que poco se habla
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Tristemente pese a las alertas de género, no baja la cifra de feminicidios en nuestro país…
Sin embargo, este preocupante tema ha sido motivo de unión entre el sector femenino que bajo la consigna #NoMeCuidanMeViolan, ha hecho a miles salir a las calles este 2019.
Otras tantas se han hecho oír desde sus diferentes trincheras: en las redes sociales, en entrevistas de radio y televisión, en columnas de opinión, en los cafés y en las pláticas de sobremesa.
La constante ha sido una, la indignación, el miedo y el tremendo enojo que nos causa que actualmente sea asesinada en México una mujer cada dos horas y media, (según datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública).
Sin embargo, en medio de todos los comentarios vertidos a los cuatro vientos referente a este tema, hay un tipo de violencia hacia la mujer del que se habla poco pero duele mucho. La violencia que se da de una mujer hacia otra mujer.
Y vaya que duele, pues el hecho de que el hombre se aproveche de la vulnerabilidad del “sexo débil”, hasta nos ha servido para cambiar nuestro rol en la sociedad, de poner “nervioso” al machismo ante un género empoderado y dispuesto a hacerse escuchar, a tomar el papel que desea en su vidas, lejos de la discriminación y la desigualdad.
Pero… ¿qué se hace cuando quien te agrede forma parte de tu “clan”, de tu supuesta “hermandad”?
Y lo curioso es que es cosa de todos los días, y nadie marcha, nadie hace mantas ni pinta monumentos. Tan común, que ya hasta tiene un nombre. A alguien se le ocurrió bautizarlo como WOLLYING, palabra que viene de la suma de WOMAN + BULLYING; y que no es otra cosa que “la forma sutil pero altamente tóxica en que una mujer ataca a otra”.
Una forma de violencia que no tiene que ver con golpes, pero sí con las críticas, con armar chismes a las espaldas de alguien, con humillar, con mirar de abajo hacia arriba, en fin; algo que se vive a diario y que daña la autoestima e inclusive puede acabar con la reputación y hasta con la vida profesional de alguien.
Si algo admiro de los hombres es que son directos y no se andan con rodeos. Si se caen bien, se convierten en “Hermanos del Alma”, en el “Club de Tobby”, carnales, compadres, camaradas y muchos otros términos. ¿Se caen mal? …“Ándale, aviéntate, a ver de a cuantos golpes nos toca hijo de Ñ&*ç#@”
Nosotras no. Nosotras podríamos contar a nuestras verdaderas amigas con los dedos de una mano, pues incluso hasta reconocemos que “juntas ni difuntas” y hasta solemos preferir trabajar entre hombres que en un grupo donde dominan las mujeres.
Además es muy triste saber que seamos nosotras mismas las que nos bloqueemos, las que nos metamos el pie con criticas y comentarios lacerantes.
Desde un “obtuvo el puesto porque se ha de haber acostado con fulanito”, “Mira qué gorda”, “Cómo se atreve a vestirse así, algo ha de estar buscando”.
En fin, no terminaríamos nunca con los ejemplos de todas esas formas en las que nos atacamos y que nos convierte en nuestras PEORES ENEMIGAS. Queremos alcanzar metas más altas y vivir en una sociedad equitativa y justa. Pero no entendemos que si estuviéramos realmente unidas como un clan, seríamos indestructibles.
Por fortuna, yo se que no todas somos así, pero sí un amplio porcentaje. Por ello, creo que ya es momento de mirarnos al espejo para percibir nuestra propia misoginia.. Juntas podemos ser más fuertes, más grandes. Y no para unirnos contra el hombre el cual tampoco es un enemigo. Sino para apoyarnos y velar porque todas lleguemos al peldaño que la historia nos ha reservado.
Y a ti, ¿qué te dice el espejo?
LC