“No se metan con nosotros”
A la par de su encumbramiento como figura nacional del PRI, Humberto Moreira mantenía su disputa con el presidente Felipe Calderón debido a su declaración de guerra contra el narcotráfico. Moreira era uno de los escasos mandatarios opositores de la estrategia federal y se resistía a aplicarla en Coahuila.
La batalla entre ambos había comenzado en el verano de 2006, después de las cuestionadas elecciones en las que Calderón ganó la presidencia. La noche de los comicios, Moreira impulsó dentro del PRI que no se reconociera el triunfo del PAN en las elecciones. Incluso fue más allá y propuso que el candidato de su partido, Roberto Madrazo Pintado, se aliara con Andrés Manuel López Obrador, el aspirante derrotado por medio punto porcentual.
Semanas después, en medio de una crisis postelectoral cada vez más álgida, Moreira fue convocado a una reunión en Monterrey con varios gobernadores del norte del país para acordar la firma de un desplegado de apoyo a Calderón, cuyo triunfo había sido impugnado oficialmente por López Obrador.
En ese encuentro, Moreira bromeó diciendo que el texto se imprimiera en letras de oro y se le dijera “Don” Felipe Calderón. A cambio de la firma del desplegado, los gobernadores priistas recibirían el año siguiente una mayor cantidad de acceso a recursos federales para obras y programas oficiales. Unas horas después de iniciada la encerrona, Moreira anunció que no lo firmaría ya que para él, López Obrador había ganado la elección.
Finalmente, se publicó el desplegado donde todos los gobernadores priistas daban su apoyo a Calderón, con excepción de Moreira y el del pequeño estado de Colima. Entre broma y en serio, Moreira le propuso al otro mandatario que fueran al plantón que había instalado López Obrador en la Ciudad de México para decir públicamente que no aceptarían la imposición del “usurpador” Calderón.
“No, no digas eso. Ya nos estamos pasando. Está nos la van a cobrar algún día”, le respondió el otro mandatario.
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Coahuila ya tenía su historia de violencia y contrabando desde antes de que llegaran los Moreira. A principios del siglo pasado, Acuña, la segunda ciudad fronteriza en importancia después de Piedras Negras, era un punto clave del tráfico de ganado. Este se amplió a otros productos tras la instalación de la base área Laughlin en Del Río, Texas. El mercado negro era aprovechado también por la tropa estadounidense que cruzaba el río Bravo para divertirse en las cantinas mexicanas que ofrecían alcohol y prostitutas hasta el amanecer.
Pero el uso del norte de Coahuila como ruta del narcotráfico hacia Estados Unidos sí es reciente. De acuerdo con un reporte interno de la Secretaría de Gobierno estatal, fue en los noventa cuando se construyeron pistas clandestinas para el aterrizaje de avionetas cargadas con drogas. Entre los capos que comenzaron a usar esta ruta se menciona a Joaquín Guzmán Loera, “El Chapo”, sin embargo, fue Juan Chapa Garza, nacido en Hidalgo, Texas y miembro del Cártel del Golfo, el primer narcotraficante famoso de Coahuila. Chapa, detenido en 1994, operaba otros negocios legales con empresarios de Saltillo.
Sin embargo, en esos años, la violencia que ejercían los grupos del narcotráfico no era estridente. En Piedras Negras se considera que la primera ola de crímenes con el sello del narco, sucedió hasta 2003, cuando fueron asesinados el traficante Omar Rubio Fayat, su abogado Vicente Lafuente Huereca y el policía local, Raymundo Márquez Guevara. Todos eran parte de Los Texas, la banda que operaba en la zona: la autoría del triple homicidio se atribuyó a Los Zetas, que en ese entonces solo eran el brazo armado del Cártel del Golfo, del cual se independizarían e incluso enfrentarían con el paso de los años.
En la memoria de empresarios y periodistas consultados en Piedras Negras, se considera que desde los crímenes de 2003 no hubo mayores actos de violencia extrema, hasta 2009, cuando fue encontrado el cuerpo de un ingeniero agrónomo al que le habían cortado la lengua y los dedos antes de darle un tiro de gracia y ponerle encima un mensaje que decía: “Nosotros no nos metemos con ustedes, ustedes no se metan con nosotros”.
El ingeniero agrónomo había conseguido esta sentencia de muerte de la mafia tras colocar candados en los portones de ranchos aledaños que eran invadidos por Los Zetas para moverse. Por esos mismos días también sería acribillado el teniente coronel, Arturo Navarro López, quien tenía menos de veinte días de haber sido nombrado director de seguridad pública, bajo el Modelo Coahuila, implementado por el gobierno estatal de Humberto Moreira, en coordinación con la secretaría de la Defensa Nacional.
Armando Luna Canales, ex secretario de gobierno, calcula que fue en 2006 cuando se empezó a registrar la presencia de Los Zetas en Saltillo. Y en 2007 se empiezan a mencionar más, tras el atentado contra del empresario Carlos Herrera, en Torreón. Pero al norte del estado llegaron sin demasiados problemas. “Las policías municipales de antes eran pura gente del pueblo, que atendían más bien temas de índole doméstico y no podían enfrentar a un grupo bien armado”, puntualiza Luna.
Además de armamento viejo, las corporaciones locales tenían pocos vehículos, gasolina y aditamentos. Por su parte, la policía estatal de Coahuila solo contaba con 400 elementos que se dedicaban a cuidar carreteras. “Ante la falta absoluta de quién pusiera un freno, los zetas fueron avanzando, en algunos lugares, me tocó verlo y vivirlo, con una gran convivencia con los factores económicos, incluso políticos”, considera Luna Canales. “En el caso de la región de los Cinco Manantiales se asentaron ahí a hacer familia, allí veías problemas serios, donde la gente no se atrevía ni a mencionarlos. Era la paradoja: por un lado mucha convivencia; por otro, mucho miedo”.
(CONTINUARÁ…)
Capítulo 7 de la serie “El lugar donde se arrastran las serpientes”