Provocaciones peligrosas
El feminicidio es el asesinato de mujeres por odio al género femenino. Es una dolencia mundial que México tardó en tipificar y perseguir.
Por los asesinatos de mujeres cometidos en Ciudad Juárez, en 2001 se presentó una denuncia ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
La Corte por primera vez en la historia condenó a un país. Culpó a México de violentar los derechos a la vida, integridad y libertad de las mujeres y de no investigar adecuadamente las muertes.
Gracias a esto, se tipificó el delito de feminicidio y se establecieron programas para la prevención, la investigación y el castigo.
Sin embargo, ninguna acción ha sido exitosa; por el contrario han aumentado la violencia de género y la indefensión de las mujeres.
Por eso, el lunes pasado hubo una marcha para protestar contra los feminicidios.
Son evidentes e incontestables el motivo y el derecho de las mujeres para protestar y exigir seguridad.
Pero también es presumible que hay interesados en provocar al gobierno que infiltran a vándalos mercenarios en las manifestaciones.
Así como la existencia de grupos que pretenden el cambio por medios violentos.
Eso explica la participación de mujeres vestidas de negro, encapuchadas y armadas con objetos contundentes y latas de espray. Ellas fueron a la marcha preparadas y decididas a destruir y lastimar.
Cualquiera que sea el propósito, los efectos negativos son múltiples y peligrosos.
La violencia puede inhibir las manifestaciones pacíficas y justas; y aumentar la belicosidad de los agitadores, anarquistas y depredadores.
Estos hechos delictivos ponen de manifiesto la falta de autoridad e ineficacia del gobierno; pero, a la vez, pueden provocar el endurecimiento del Estado.
La actual incertidumbre política y económica debería de motivarnos a ser creativos en la búsqueda de soluciones; y a no agudizar los problemas y conflictos.
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