Era un fin de raza. Irrepetible. Escuchábamos sus golpes de ingenio, sus cataratas de gracia y sabíamos que oíamos los últimos coletazos de una España que se fue. Hablo de Vicente Pantoja, Picoco para el mundo del arte, para nuestra importantísima cultura oral, en trance de desaparición. Autor ágrafo como era, cuentan y no paran de sus mil y una historias. Le pasaba como a Beni de Cádiz, a Pericón, al Cojo Peroche. Que sus dichos, ocurrencias y sucedidos, geniales, pasaban a esa tradición oral de la que eran creadores y atribuidos quizás a otros personajes de aquella irrepetible galaxia de la gracia y del dificilísimo arte de vivir sin doblarla. ¿Qué hacía Picoco? De sus labios, de su gesticulación...
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