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Декабрь
2019

«¡Me mató la droga que me pasaste!»

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Abc.es 
Las prisiones son un espejo de lo que sucede fuera de ellas. Si en las calles circula la droga, dentro de los centros también; y si fuera de esos muros las muertes provocadas por los estupefacientes se han reducido pero continúan en cifras preocupantes, dentro de ellos igual. Cincuenta y tres presos han fallecido hasta ahora en 2019 por sobredosis en las cárceles dependientes de la Administración central, lo que supone la segunda mayor causa de mortalidad en muestro sistema penitenciario. La cifra es demoledora, por más que la tasa de mortalidad en general de la población reclusa sea de 19 fallecimientos por cada 10.000 internos; frente a la media europea, de 31.


Por primera vez, y además del reforzamiento de las medidas para luchar contra el tráfico y consumo de drogas en prisión, la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias va a poner en marcha una campaña publicitaria de sensibilización para persuadir a todos aquellos que entran o trabajan en las prisiones –en especial, familiares y amigos de los internos– de que no introduzcan en ellas sustancias prohibidas.


Imagen explícita
Pero si novedoso es que haya una campaña publicitaria sobre este asunto, más aún lo es la agresividad de la misma, que por momentos recuerda a las que de vez en cuando hace la Dirección General de Tráfico. La imagen escogida no puede ser más explícita: una persona muerta, tapada con una sábana en una camilla de un frío depósito de cadáveres. El lema refuerza el impacto visual: «Si pasas droga en prisión, tu próxima visita podría ser en el cementerio»...


Los carteles y folletos que se han editado, según las fuentes consultadas por ABC, van a ser colocados en los departamentos de comunicaciones, salas de espera, locutorios y otras dependencias de los centros penitenciarios. En los dípticos, además, hay un código «bidi» que una vez escaneado descubre la frase «Me mató la droga que me pasaste», y en ellos se recogen todas las consecuencias que trae el introducir estupefacientes en prisión, tanto para el preso como para el «correo».


La evolución de las muertes por droga en las cárceles ha sido irregular a lo largo de los años, pero en los últimos el aumento ha sido de tal entidad que ha decidido a la Secretaría General de Instituciones Penitencias a diseñar una estrategia global en la que se incluye la campaña publicitaria. Así, en 2015 fueron 39 los fallecidos, 43 en 2016, «sólo» 20 en 2017 y 60 el año pasado, lo que encendió todas las alarmas. Como se ha señalado, desde enero son 53 las personas que perdieron la vida en estas circunstancias.


Los centros penitenciarios son permeables porque el número de personas que entran y salen de ellos cada día es muy alto, en especial por las comunicaciones con los reclusos. A los familiares y amigos se les cachea, pero pueden llevar la droga escondida en sus partes íntimas, ellas envueltas en preservativos que introducen en sus vaginas cuando hay vis a vis, y ellos en otras partes de su organismo. Este mismo sistema también lo utilizan presos que regresan de permiso, aunque éstos tienen más posibilidades de ser detectados por los intensos registros a los que son sometidos.


Las fuentes consultadas por ABC explican que se está haciendo un estudio sobre las circunstancias en que se produce cada uno de los fallecimientos, pero a falta de datos definitivos se puede decir que entre un 18 y un 20 por ciento de las víctimas habían tenido comunicación antes con algún familiar o amigo. No obstante, a veces lo que sucede es que quien ha tenido ese contacto con personas de fuera es un compañero de celda o de módulo, que luego trapichea con la sustancia.


Hay un caso que explica bien algunas cosas: Andalucía. Esta es la única comunidad que dispensa la metadona en pastillas, mientras que Prisiones la administra siempre diluida y debe consumirse en presencia del funcionario. Pues bien, en las prisiones de esa comunidad es habitual encontrar metadona en píldoras, que obviamente procede del exterior y que además tiene el inconveniente añadido de que en ellas no consta la dosis que se consume. El efecto, dependiendo del grado de deterioro del toxicómano, puede ser letal.


La presencia de drogas es una de las causas que más desestabiliza la vida penitenciaria, ya que además de alterar el desarrollo de los programas específicos y la vida reguimental, ocasiona múltiples conflictos de convivencia entre los internos, algunos muy violentos. No es algo nuevo, pero sí lo es la estrategia global para combatir esta lacra, de la que forma parte esta campaña, creada y coordinada por las áreas de Seguridad, Sanidad y Tratamiento de Instituciones Penitenciarias
, cuyos resultados habrán de evaluarse con el tiempo.



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