Peripecias de un turista español en la ratonera francesa
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Eso es lo que le sucedió a Félix I., de 55 años y con residencia en Valladolid, y a los cuatro amigos con los que organizó un viaje que comenzó el 9 de diciembre y concluyó el 14. Fechas que coincidían con el tramo central de las protestas y huelgas en Francia.
En el viaje de ida no tuvieron problemas con las conexiones de tren, aunque sí apreciaron ciertas anomalías: «Nadie revisaba los billetes y las taquillas estaban cerradas», explica Félix a ABC. Una vez en París, se enfrentaron a los inconvenientes de los traslados: «Solo funcionaban las estaciones de metro automatizadas, que no necesitaban conductor». Por ello optaron por tomar vehículos Uber, «porque tienen tarifas fijas, pues con las manifestaciones y el caos circulatorio nos podíamos haber dejado el sueldo en taxis», reconoce Félix, que señala que durante su estancia vieron «muchos policías y pocos turistas», lo que les permitió disfrutar del Museo Louvre «sin aglomeraciones». Esa fue la parte positiva del viaje.
El problema llegó a la hora de regresar, cuando comprobaron que el tren de vuelta «solo llegaba a Burdeos». Quejoso ante la falta de información por parte de Embajada de España en Francia, Félix explica que optaron por un autobús, que hacía la ruta de París a Madrid y tenía parada allí. «Alquilar un coche costaba mil euros». Los billetes de autobús eran más baratos, aunque, eso sí, las últimas plazas multiplicaron el precio casi por cinco.