«El Cordero Místico» recupera el esplendor que le dieron los hermanos Van Eyck
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Esta operación de restauración es la más importante de toda su historia. En la primera fase se repararon los paneles traseros de las dos puertas, aquellos que solo se ven cuando el conjunto está cerrado. Esta segunda se ha ocupado de la parte inferior, los dos paneles de la derecha, el de Los Peregrinos y Los Ermitaños, la gran escena central, la más compleja y la que da nombre a la obra, con sus paisajes, sus numerosos personajes y sus paisajes, y a la izquierda el de Los Caballeros de Cristo. El último fragmento del conjunto, el de Los Jueces Justos, es una copia hecha en los años 40 para sustituir el original que fue robado y que, a pesar de las rocambolescas versiones que se publican cada cierto tiempo, no ha sido posible localizar. La restauración de los paneles superiores comenzará en cuanto se defina la financiación necesaria. El coste de la segunda fase ha sido de 900.000 euros.
El elemento capital del panel central es el propio Cordero, que ahora se descubre que, en realidad, fue dibujado con características casi humanas, los ojos juntos y en la parte frontal en lugar de en los lados. Los artistas que participaron en las numerosas intervenciones que ha sufrido este cuadro a lo largo de la historia quisieron tal vez darle un aire más «animal» que los hermanos Van Eyck no querían que tuviera. El asunto no es irrelevante porque el cordero representa a Jesucristo, el «Cordero de Dios», tal como lo enunció San Juan Bautista, que es a su vez uno de los protagonistas de la obra, en la parte superior izquierda. Originalmente, la que hoy es la catedral de San Bavón de Gante era una iglesia dedicada al Bautista, hasta que Carlos V ordenó cambiar la advocación.
Los restauradores han tenido que recomponer muchos detalles que han encontrado dañados y lo han hecho usando las técnicas de microanálisis más avanzadas del mundo. En el panel central se ha recuperado un mundo más soleado y luminoso del que tenía la obra porque, si hay un espacio donde los restauradores anteriores se otorgaron más libertad, fue en el cielo y las nubes, pero el cambio más señalado es el de la torre de Utrech, que presentaba un contorno muy similar al que tiene en realidad, pero que había sido rediseñado con trazos más burdos.
Aunque lo que más le gusta destacar a Helene Dubois, del Instituto Real del Patrimonio belga, la responsable de la operación, es el agua que se desprende de la fuente central que se encuentra ante el Cordero, y que, a su juicio, «es un milagro de virtuosismo» por parte de los autores. Pero ahora los espectadores verán también detalles completamente sorprendentes, como las huellas en la arena del camino del panel de Los Peregrinos, cuyos pies se diría que reflejan incluso el cansancio de tantos pasos. O las piedras de la gruta donde figuran Los Eremitas, tan naturales que parece que se pueden tocar.