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Cuando se juega contra un equipo con las dimensiones históricas del Liverpool, nunca se sabe cuál de todas sus épocas saltará al campo. El tiempo es un elemento fundamental en este tipo de clubes: lo llevan en el maletín a cada partido, acuden a él buscando consejo, pueden mirarlo en sepia o blanco y negro, detenerlo por recuerdos, medirlo por títulos, marcarlo con capítulos y nombrarlo por apellidos. Una especie de energía acumulada a través de los años, les permite alinear a sus antepasados. Mientras más espíritus rodeen al futbolista, menos posibilidades tiene de olvidar la historia y uniforme que representa. Al Liverpool le cantan sus vivos y sus muertos: tanto en la grada como en la cancha, tiene una sensible conexión con su doloroso y victorioso pasado. Esa sensación donde coincide la gracia con la desgracia, convierte a las organizaciones en organismos sociales: pocos equipos se parecen tanto a un pueblo como el Liverpool. Un cuadro que colocado sobre el campo o colgado en la pared, parece el mismo cada época. Aunque el resultado es la conclusión más visible y analizada en cualquier deporte, el partido de Monterrey deja una reflexión que para la mayoría no tiene importancia. Durante años, el futbol ha permitido que se alimente un inconveniente relato sobre la relación entre grandeza y riqueza: dos valores que se contraponen porque ninguno de los grandes equipos de la historia nacieron ricos. Rayados corre el riesgo de ser juzgado como un poderoso millonario, cuando en realidad, es un trabajador ejemplar con una enorme responsabilidad con su comunidad. La forma de contar la historia define buena parte de la identidad de un equipo, pero estamos educando a las nuevas generaciones de aficionados en el culto al dinero como principal recurso deportivo. A Rayados le conviene sacudirse el símbolo de pesos y apegarse a otras etiquetas más valiosas, de lo contrario, sus triunfos como sus derrotas siempre encontrarán la causa y la consecuencia en el dinero: ganaron porque son ricos, perdieron porque se volvieron pobres. Si al Liverpool, uno de los 5 equipos con mayor presupuesto en el mundo se le identificara por ello, el You’ll Never Walk Alone no habría hecho falta jamás.