La llamada
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Lo mejor de la sesión de ayer por la tarde, ya digo, fue la llamada de Pedro Sánchez al presidente del Ejecutivo regional. ¿Qué trato dispensaría el socialista al llamar? Qué nervios. Castilla y León en vilo, porque esta es una comunidad, dos reinos, la cuna de Europa y los contrafuertes de la civilización occidental… No está pagado ser Pedro Sánchez en esa situación. «¿Es Valladolid? ¿Está el rey en el norte?» Y justo después un asesor de Presidencia, apurado, chivando en un murmullo que al presidente de aquí no es necesario darle jabón porque de él no pende la investidura.
- «¿Cómo? ¿Qué en Castilla y León no se ha sublevado el gobierno autonómico? ¿Y qué coño hacemos perdiendo el tiempo? Yo lo que quiero es hablar con los que van a hacerme presidente…»
Así va la historia, los mandatarios premiando históricamente territorios por su lealtad hasta que llegó Pedro Sánchez. Lo pensaba el sábado por Oviedo al fijarme en el escudo de la ciudad: «Muy noble, muy leal, beneméritca, invicta, heroica y buena», reza. Como han cambiado los tiempos. Ahora la presidencia del Gobierno bien vale dispensar a Torra el título que considere menester; su Santidad, si se le antoja. Qué bochorno en Cataluña. Y Pedro Sánchez hecho un lío.
Fíjese el lector si está mal pagado ser presidente del Gobierno que Pedro Sánchez todavía no se cree presidente y por eso ejerce de teleoperador: «Cámbiese con nosotros y le regalamos un ministerio». Es llegar la Navidad y desatarse la euforia comercial.
Después de C.S. Lewis, Tolkien y J.K. Rowling, pensaban las editoriales que la fantasía estaba en decadencia. No conocían aún a Pedro Sánchez.