El vértigo de lo incierto
El encuentro de hoy presenta la premisa principal para asistir a un espectáculo extraordinario con el añadido cinematográfico del vértigo de lo incierto. Futbolísticamente hablando, de otros asuntos que se ocupen otros, nadie, con discreto sentido común, puede adelantar un resultado. Otra cosa son las apuestas. Es una de esas noches en las que el Madrid se crece o así debería. Seiscientos millones de espectadores de Pekín a Buenos Aires. Una victoria de los de Zidane, con un juego vistoso y torrencial, práctico y contundente tendría unas consecuencias internacionales, como diría el casamentero de El hombre tranquilo de John Ford, Barry Fitzgerald: «homéricas». Nada como llegar de supuesto perdedor para mostrar el valor de un escudo, el brillo de una camiseta, el ímpetu de una historia, lo que permanece y dura. Ahora cualquiera responde un tópico de órdago a la grande: «Vengo a hacer historia». Pero la historia se hace, con permiso de la Escuela de los Anales francesa, en los monumentales desafíos.
Ambos, Barcelona y Madrid son conscientes de lo que se les viene encima, la operación matemática que multiplicará los errores y los aciertos solo por la proyección mundial de este partido de Liga. Zidane no necesita recomendaciones, aunque cualquier madridista esté dispuesto a sugerirlas. No, tal vez, por irnos al cine a buscar las referencias, podría pronunciarles a los once que salten al césped las palabras del capitán Miller al final de Salvar al soldado Ryan: «Haga honor a todo esto». Porque para un futbolista no cabe mayor honor que ser titular en el partido del vértigo de lo incierto.