Una bella estampa
Barcelona se ha despertado hoy como cualquier miércoles de diciembre, cloudy day, como el París que más me gusta, culto y civilizado. La Diagonal tranquila, como si acabaran de pasar los tanques. Delante del Hotel Sofía algunas decenas de curiosos, muchas vallas protectoras y esa cantidad de agentes policiales -muchos Mossos, algunos guardias urbanos- que hace que la derecha, que soy yo, se sienta tranquila. Formidable despligue. Llega Florentino al hall del hotel, y los que están se le tiran materialmente encima pidiéndole fotos y abrazos, muchos con la camiseta del Barça. La mayoría le llama presidente, los que le llaman «Florentino» es con el don delante. Está sonriente, tranquilo, muy amable con todo el mundo. Pero al cuarto selfie me pide que le lleve a un lugar algo más solitario. En el bar del restaurante Beso podemos sentarnos y tomar el aperitivo.
Ni el presidente, ni la Federación ni el árbitro saben qué va a suceder, aunque están seguros de que sucederá algo. Ni el presidente, ni la Federación ni el árbitro saben qué va a suceder, aunque están seguros de que sucederá algo. Igualmente, están razonablemente convencidos de que el partido va a jugarse. Un asistente del presidente viene a decirle que el cuarto árbitro estará asistido por un delegado policial que le indicará, en caso de invasión del terreno de juego, si la situación puede resolverse al punto, sin llegar a mayores, o si la cosa puede empeorar y los jugadores deben retirarse.
Las directivas almorazarán a partir de las 14:30 en un salón privado, en la decimonovena planta del hotel. Los jugadores del Real Madrid, tienen el almuerzo a las 13:45 en la planta -2. Antes de acudir al almuerzo entre clubes, el presidente acude a ver a sus jugadores, a darles ánimos y a pedirles que se centren. De camino al ascensor, otra vez selfies y abrazos entre bufandas y camisetas del Barça. El hotel está bloqueado, por dentro y por fuera. Del público en general sólo pueden entrar sus clientes y algunos amigos de la casa, debidamente acreditados. En el restaurante Impar, irrumpe sobre las 14:00 Jorge Valdano. Almuerza solo y bebe cerveza en una de las soleadas esquinas de la sala.
El independentismo ha conseguido que Barça y Madrid se unan, y que ahora en el mismo hotel, y en unas horas en el mismo autocar, sean más que en ningún otro momento de su historia la imagen de la España civilizada, unida contra la barbarie. Sólo el independentismo, con su estulticia y su torçeza, podía conseguir algo tan extraordinario. Los jugadores del Barcelona y del Madrid son hoy el símbolo de un país moderno, culto, capaz de ofrecer un gran espectáculo, y de dimensionarlo en la conducta ejemplar de los contrincantes, unidos para sortear el inevitable atraso cantonal que a veces desciende de los montes para descompensar el equilibrio rítmico de la ciudad.
Algunos de los mejores atletas del mundo entero son en estos momentos en Barcelona la defensa de La Civilización: muchachos jóvenes y sin una formación especial, ni política ni moral, mostrando temple y responsabilidad, rebajando la tensión, sabiendo diferenciar entre rival y enemigo, y entre rival y enemigo. Pase lo que pase en las próximas horas, el fútbol español nos habrá dejado esta bellísima estampa.