El viceministro de Cultura entre bolas y strikes
LA HABANA, Cuba. – Fernando Rojas no es santo de mi devoción. Es el viceministro de Cultura cubano que más tiempo lleva en el cargo sin poder acceder a la cartera ministerial. Según las “malas lenguas”, su estancamiento se debe a la posición que asumió en México su hermano Rafael en obras como “Tumbas sin sosiego. Revolución, disidencia y exilio del intelectual cubano”, Premio Anagrama de ensayo (2006), y “El estante vacío. Literatura y política en Cuba” (Anagrama, 2009), entre otras que denuncian al régimen de la Isla por la represión político-cultural que hoy el funcionario se empeña en defender.
La actitud y protagonismo asumidos por el funcionario para imponer y convencer a los cubanos de la justeza y las bondades que traerá a la cultura nacional el Decreto Ley 349 –implementado parcialmente hace poco más de un año- me lo hacen más repulsivo que cuando defendió con cinismo y desfachatez, el derecho de su hija a disfrutar las bondades del imperio que él culpa de todos los males de nuestro país, y combate, de dientes para afuera, en cualquier medio y ocasión.
Aunque no puedo decir que sale hasta en la sopa, porque no se encuentran fideos, el pollo está en falta y puré no hay, su trasnochado rostro aparece por cada resquicio que deja la programación. Lo mismo echa pestes contra los artistas y escritores independientes antes del noticiero de televisión, que en el entre innings de un juego de béisbol. La razón es defender el engendro del 349 y desacreditar la creación fuera del sector estatal.
Entre otras ataduras contra la libertad de creación artística que defiende el vocero, se encuentran la dirigida “al cumplimiento estricto de los compromisos contractuales en las presentaciones artísticas, pues entre el intrusismo profesional de una parte, y de otra los negocios pactados ‘por la izquierda’ se ha lucrado en detrimento de la programación cultural”, y la dedicada a impedir imágenes groseras y textos degradantes de corte sexista u homofóbico que ofenden al espectador.
Decir eso en un contexto donde la chabacanería, el sexismo, la vulgaridad y la expresión soez son parte de la cotidianidad pública y privada de gran parte de la población, y atribuir a los artistas independientes el rol protagónico en esta especie de muladar de obscenidades y banalidad en el que se han convertido algunos textos e imágenes en espacios públicos, resulta un contrasentido
Es el pueblo, mayormente su juventud, quien desde sus carencias materiales y espirituales, las pequeñas o grandes frustraciones de la vida cotidiana en Cuba, y la invisibilidad de un horizonte esperanzador, quien selecciona el color, redacta el texto e impone el ritmo de cuanto bodrio artístico alarma, escandaliza y humilla “la decencia y el buen gusto” en este vulgarizado país.
Artistas “dependientes”, extranjerizados, y gusto popular
De acuerdo con el artículo “El problema no es El Chacal”, escrito por Elsa Ramos y publicado en el diario digital Escambray en junio pasado, que aborda la realización de un concierto donde la chabacanería y los precios por mesa –entre 80 y 120 CUC-, dejaron al descubierto el mal gusto y la banalidad, “porque por muy mal que pensemos sobre los valores de la juventud, es un hecho que parte de los asistentes estudian, trabajan y les gusta el reguetón, la vulgaridad y el resto de los adjetivos”, señaló la autora, quien por sus comentarios recibió una masiva repulsa popular.
Entre los insultos recibidos por comentar que “el mal gusto es una asignatura más en las escuelas”, resaltan: “Creo que le quedó grande la yegua”, “usted debe tener problemas mentales”, “falta de respeto”, “una troglodita que se quedó treinta años parada en el tiempo”, “comunista dictadora” y “dedique su talento a otros temas”, entre otros de corte similar.
Si pongo este y otro ejemplo al viceministro Fernando, es para que valore la sensibilidad cultural y el compromiso revolucionario de a quienes dice pretende defender el Decreto Ley 349, al evitar que los artistas independientes actúen frente a ellos, sin la autorización y el control institucional, mientras que a la vez promueven, a través de las empresas artísticas cubanas, y galardonan en concursos como Lucas, Cuerda viva y otros más, a seudo artistas populares como Gente de zona, El Chacal y Yomil y El Danny.
Como punto final para demostrar que su defendido Decreto Ley 349, tiene más de cacería de brujas contra quienes desde la creación adversan el poder por no aceptar las musas verde olivo, ni escribir loas o cantar nanas ni despedidas a los viejitos que de verdad ostentan el poder en el país, pondré a su consideración un exquisito y decente texto interpretado por el dúo Yomil y El Danny:
“La cuca me coge el pepino y me lo machuca/ por eso voy a partirte como yuca/ tú me gustas/, con su movimiento esta noche nos fuimos en el evento/.. Dale cintura, dale cintura, dale cintura para que la gente vea que tú eres dura”. Sin lugar a dudas, nada sexista, grosero ni humillante para la mujer y el espectador en general. Todo lo contrario, elogia nuestras viandas patrias con ternura, ensalza su raíz, y hace un llamamiento a mover la cintura como un digno ejercicio laboral.
No dé más pena, viceministro Rojas, Niéguese a mostrar cada minuto su rostro en la televisión. A nadie va a convencer del carácter violatorio del Decreto ni de su patético interés de amordazar el arte. Sus bolas son tan flojas que al lanzarlas al aire se caen, Piense mejor en los strikes de repulsa que ha generado la Ley dentro y fuera del país. Trate de dormir, orinar bien, y hacer una buena digestión.
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