Nuestras carreteras y los ingenieros
México es un país carretero, con autopistas que lo cruzan de una frontera a otra y caminos que conectan sus golfos, ríos y océanos, atraviesan sus montañas y sierras. Son caminos pensados para el desarrollo económico, las comunicaciones, y el comercio, pero pocas veces a planeados para cuidar de las personas.
La estrategia carretera de la cuarta transformación tiene la oportunidad de corregir ese error histórico si consigue que en la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, Javier Jiménez Espriú, revise y corrija esa falta.
¿Por qué descuidó durante décadas a las personas en la construcción de carreteras? Porque la mayor parte de los 13 mil 500 kilómetros de autopistas de México se hicieron con el paradigma de conseguir mayor velocidad, a costa de miles de vidas, con los mejores parámetros técnicos, pero sin una visión social detrás que pudiera advertir los riesgos de la nueva infraestructura.
Al tiempo que los ingenieros proyectaban mejores peraltes, acotamientos, ángulos de giro, señalización y barreras protectoras, las automotrices fabricaban autos más veloces que con facilidad superan los 110 km/h del límite oficial. Dueños de SUVs y deportivos suelen transgredir las velocidades máximas sin consecuencia, pero los autos más vendidos en México carecen de las medidas mínimas de seguridad, nuestro rezago en seguridad vial lleva décadas.
Si la autopista invita, por sus condiciones, a conducir por arriba de los 120 km/h de poco sirve prohibirlo o reprochar a quienes lo hacen.
Ante los accidentes y muertes, que se cuentan por miles al año, se emprenden campañas preventivas que intentan paliar, sin éxito, esa epidemia mortal que llena nuestras carreteras de cenotafios a la orilla del camino. Es un problema sistémico no de decisiones individuales.
A mediados del siglo pasado se jugó la apuesta que dejó atrás a los ferrocarriles e inclinó la suerte hasta la industria camionera, gracias a la abundancia del petróleo que permitió combustibles baratos y asfalto a plenitud para sembrar de caminos el país.
Autopistas que, sin embargo, no son suficientes para un México que duplicó su población en tan solo cuatro décadas y que hace necesario construir miles de kilómetros más para detonar proyectos y actividades.
Aparte de las consideradas en el Plan Nacional de Infraestructura están los 147 proyectos que en noviembre comprometieron las principales organizaciones empresariales con el Presidente para los próximos tres años y que representan 859 mil millones de pesos, la mayoría de ellos vinculados a la construcción de carreteras.
Tiempo hay, también recursos y conocimiento social y técnico suficiente para no cometer los errores del pasado. No se trata solo de construir carreteras con empresas insolventes, como se hizo con Salinas y Zedillo, origen del Fobraproa que aún nos tiene endeudados, sino del desarrollo de un país como México al que no le basta un crecimiento mediocre debajo de 2 por ciento del PIB.
Hagamos seguras las carreteras, no bastan los ingenieros para tomar las decisiones. Nada personal con el gremio pero están demostrados, con miles de muertes, sus errores. Es hora de corregir.
hector.zamarron@milenio.com
Twitter: @hzamarron