De esencias navideñas y calendarios
Año terminal. Ocupé con frecuencia espacio en escribir de datos políticos (del barrio, colonia, ciudad, estado, país), y pospuse de algo fundamental: lo que está antes, y lo que está después o más allá de lo político. Este tiempo de la Navidad es propicio para referirnos a lo prepolítico y a lo metapolítico, y también al por qué de partición del tiempo que definió el calendario que rige nuestra era, en antes y después de Cristo (existen otros sistemas métricos del tiempo -chino, maya, azteca, judío, musulmán-).¿Qué es o está antes de lo político? En primerísimo lugar, las personas humanas, cada uno de nosotros, reconocibles no solo por nombre y apellidos, sino también por un ADN que nos identifica únicos, irrepetibles, reconocibles como ningún otro igual (huellas dactilares, orejas, dentadura y otras partes corporales únicas); nunca hasta ahora producidos en serie. Somos animales que evolucionamos para ser de especie única por la razón; incomparablemente más inteligentes que ningún otro animal, y con cualidades completamente particulares: técnica, tradición, progreso, capacidad de pensar de modo totalmente distinto que los otros animales; con conciencia de ser libre, y la reflexión. Somos distinguibles también por códigos que nos hacen capaces de lenguajes diversos, más o menos complejos, intercambiables, progresivos al infinito. Podemos pensar en nosotros mismos y con una capacidad y necesidad de preguntarnos por el sentido de la vida, individual o en sociedad, con y sin familia, sedentarios o trotamundos. Pertenecemos a la especie Homo sapiens de la que hay pruebas de existencia de hace 200 mil años, posterior al Bing Bang que se produjo hace 13,820 millones de años, apareciendo después la materia.
La persona humana es un todo con diversas funciones: puramente físicas, vegetativas, animales y también espirituales. Son funciones, todas, no del cuerpo, sino de la persona, del todo. Y las funciones espirituales son algo completamente particular que no se da en los otros animales; además, nos creamos constantemente nuevas necesidades. Parece como si estuviésemos destinados a un progreso infinitivo y como si solo lo infinito pudiera satisfacernos. Y al mismo tiempo tenemos conciencia de nuestra finitud y mortalidad. ¿Cuál es el fin de nuestra vida? es pregunta que responden filosofías y religiones-lo metapolítico-, solución que solo puede estar en que la persona alcance de algún modo lo infinito, para lo que no da la política.
Somos personas humanas con una dignidad y derechos humanos que no nos otorga el Estado ni los políticos, derechos y libertades que tenemos por el mero hecho de ser personas de naturaleza racional. Estas ideas difundidas desde los primeros cristianos en el imperio de Roma-construido sobre restos del de Alejandro Magno- conforman nuestra matriz cultural occidental, síntesis de Grecia, Roma y Belem. Podemos creer o no creer que Cristo sea El Hijo de Dios, el Verbo hecho Carne en vientre de María; de lo que no hay duda razonable-existen historiadores y no solo evangelistas y seguidores, que lo demuestran-es que nació en Nazaret, predicó un mensaje de igualdad para los pueblos, todos de similar dignidad por ser todos hijos del mismo Padre, y por tanto todos hermanos y libres. Siglos después la Revolución Francesa retomó el mismo mensaje sin densidad religiosa: “Libertad, igualdad, fraternidad”, tres gritos que siguen siendo jóvenes para siempre, exigencias de profunda raíz humana.
La libertad es reto de los seres humanos. No somos libres de dejar de ser libres, y por eso somos dueños de nuestro destino, y responsables de lo que hacemos o dejamos de hacer. Debemos ser libres de la miseria, de la ignorancia, para realizar responsablemente nuestro destino y ayudar a realizar el de otros. La igualdad esencial de todos es base de la democracia, sin discriminación, que exige el mismo trato para todos, e igualdad de oportunidades para que se desarrollen las capacidades de todos. Libertad e igualdad que no serán vivas y eficaces si no están animadas por el espíritu de fraternidad, que eso es la ocasión de la Navidad:“Y en la Tierra Paz a los hombres de buena voluntad”.