Crítica de «La verdad»: Deneuve permite la entrada a Koreeda

Valoración de ABCPlay Todo en «La verdad» es tan francés, y al mismo tiempo está tan tratado con la mirada rasgada y familiar del director, que el previsible desequilibrio es un magnífico juego de expresión y sentimientos Oti Rodríguez Marchante No era fácil prever cómo cabría en el cine franco y familiar del japonés Koreeda una figura de porcelana (¿porcelanosa?) como Catherine Deneuve, en principio antípodas en ese pisar humano y hogareño de las películas de este milagroso director japonés, todas ellas de una lucidez y cercanía maravillosas. El engarce de esta sublime figura del cine francés, y de su hija en la película, Juliette Binoche, el otro modo de ser sublime, es realmente asombroso: Kore-eda les abre su película para que se adueñen de ella, y sin perder un gramo de identidad, de cercanía, de, digamos, «koreedidad»… Todo en «La verdad» es tan francés, y al mismo tiempo está tan tratado con la mirada rasgada y familiar del director, que el previsible desequilibrio es un magnífico juego de expresión y sentimientos. El argumento es la relación entre esa madre actriz, que conoce los artilugios conectados entre la realidad y el simulacro, con su hija guionista que tiene dificultades en conjugar memoria, verdad, tiempo y distorsión. Deneuve, en uno de sus mejores trabajos en años o en décadas, entiende a la perfección los perfiles de su personaje de diva, de ser mitológico entre la espuma y de lastre completo de la espuma para abajo, y que construye verdades con la mentira y afecto y adhesión con la antipatía, alguien que domina, domestica, el conflicto como una Bette Davis entre ironía y calidez. Películas de emociones frías que adquieren hervor a velocidad de microondas.