San Cristóbal de los Ángeles: un avispero de narcopisos, toxicómanos y «accidentes» en extrañas circunstancias
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Los «bloques militares», como así se conocen en la barriada, están ubicados a la entrada de un polígono industrial al que decenas de residentes acuden para realizar la compra en un supermercado. Las medidas decretadas por el estado de alarma clarifican, más si cabe, la escena. Mientras los consumidores marchan en su gran mayoría de manera individual y con mascarillas y guantes, los toxicómanos no tienen reparo en saludarse y charlar en grupo a la vista de todos. «Pero ellos están enfermos. El problema son los que venden», advierte un segundo morador, antes de rodear la avenida de Andalucía por el extremo opuesto al lugar donde se emplazan los inmuebles señalados: «Si puedo, evito pasar por ahí».
Pese a que todos en el vecindario conocen la problemática, son muchos los que prefieren guardar silencio. El miedo sigue presente tres días después de que un hombre resultase herido muy grave al precipitarse desde una ventana de la segunda planta de uno de los edificios. Por motivos que se investigan, dos individuos cayeron a media tarde con suerte dispar: mientras uno de ellos sufrió daños superficiales, el otro tuvo que ser trasladado de urgencia al Hospital 12 de Octubre, aquejado de diversas contusiones. La Policía Nacional se personó en el domicilio para recoger pruebas y entrevistarse con los vecinos, cuyos testimonios apuntaban en una dirección: «Es un narcopiso».
Según los primeros indicios, el detonante del extraño suceso pudo ser una pelea. «La semana pasada estuvieron varios coches de Policía cerca de los bloques», puntualiza un joven, quien, desde su vivienda, escuchó por la noche los fuertes gritos proferidos por una mujer: «No sé que pasaría, pero aquí –justo enfrente de la salida del metro, en la calle de Moncada–, también pasaron varios agentes a pie con linternas buscando en los jardines y debajo de los coches». En esta zona son varios los vehículos que han sido forzados en plena época de confinamiento. «Hace unos días detuvieron a una mujer justo la misma noche que reventaron las lunas de cuatro coches», incide el testigo.
Los alaridos escuchados no son flor de un día, por lo que los residentes han visto alterado su descanso a consecuencia de la insólita situación. La inseguridad se acrecenta fruto de los pequeños hurtos de ropa tendida y otros contratiempos como los restos de basura en la vía pública aparecidos después de que alguien los esparciera sin motivo aparente. «Sacaron las bolsas de los contenedores y las dejaron tiradas», protestan en parte del barrio, abandonada a su suerte desde hace varios años.
Huida en estampida
Superado el parque de la Dehesa Boyal, en las cercanías de la estación de Villaverde Bajo-Cruce, los problemas tampoco remiten. En el número 6 de la calle de Platino, un joven dominicano perdía la vida el 11 de abril al caer desde una ventana superior por causas desconocidas. Los hechos tuvieron lugar poco antes de la medianoche, sin que los sanitarios pudieran hacer nada por salvarlo. Alertados por el estruendo, los vecinos observaron desde sus casas la salida en tromba de más de una decena de personas del inmueble antes de la llegada de la Policía y los servicios de emergencias. «Echaron a correr sin preocuparse por su estado», lamenta una mujer, que señala desde lejos el edificio de color blanco donde tuvo lugar el suceso.
«En uno de los pisos pasan droga seguro», reconoce un trabajador asentado en la calle. La «mala fama» está más que justificada: al flujo de toxicómanos se suma el aspecto sombrío de un bloque con evidentes trazos de estar okupado. La tortura, en este humilde enclave, no entiende de cuarentenas.