Profesionalismo e independencia
En México no hay periodismo profesional e independiente, dijo López Obrador en una de sus típicas provocaciones y consabidos ataques contra la prensa que no le aplaude (y nos quejábamos de Peña). Que el presidente esté molesto con la prensa es en sí una buena señal de que alguien está haciendo bien su trabajo, porque la función del periodismo no es quedar bien con el poder, aunque siempre hayan existido versiones adaptadas a los tiempos de reporteros zalameros, los “lores molécula” en turno, los periodistas lagartos: hocicones, arrastrados y con cola que les pisen.
El dicho del presidente es, pues, una generalización tan absurda como decir que en México no hay políticos capaces y honrados. Eso arde, dice Andrés Manuel cada vez que lo comparan con los anteriores, pero hay algo esencial en todos los políticos que hace que se parezcan: la necesidad de imponer su discurso y su forma de ver el mundo. Sin embargo, hay siempre algunos que son mejores que otros y si esté país está de pie se debe al trabajo de esos políticos cabales, fundamentalmente honestos, que han sido capaces de tejer los grandes acuerdos nacionales.
Más allá de eso es evidente que el periodismo, como la política, está sujeto a una serie de intereses que tienen que ver con las condiciones de producción y el sistema económico en que se desarrolla. Hoy en México hay más y mejor periodismo que el que se hacía en las épocas doradas de las que habló el presidente. Negarlo solo habla de ignorancia o mezquindad. El periodismo de Proceso de los años ochenta fue fundamental, entre otras cosas porque era una voz discordante en medio de un concierto orquestado desde la presidencia de la república. Hoy ese concierto ya no existe y se hace buen periodismo en muchos frentes. López Obrador ayudó a ello quitando los convenios de la presidencia de la república con los medios, pero ese es solo uno de muchos elementos de un proceso que comenzó en la década de los noventa y en el que con altas y bajas se ha venido avanzando cada año.
El error que hemos cometido los medios ha sido convertir al presidente en el foco de atención y referencia de todo
Decirse y sentirse el presidente más atacado desde Madero no es sino una forma de victimización con fines de polarización. Al convertir a la prensa en su enemigo y hacer tabla rasa del periodismo nacional, López Obrador simplemente desacredita la crítica y autoriza a sus seguidores a desoír a las voces discordantes: en el mundo ideal de la 4T el pueblo quiere lo que quiere el líder y solo el líder sabe lo que quiere el pueblo; la crítica solo distrae del objetivo.
El error que hemos cometido los medios y los periodistas en estos meses ha sido convertir al presidente en el foco de atención y referencia de todo y todos los días. Tenemos que deslopezobradorizar la vida pública del país y por lo mismo al periodismo. Tiene razón el presidente: la mejor manifestación de profesionalismo e independencia que podemos hacer en este momento los periodistas es dejar de hablar de López Obrador. Yo asumo mi parte.
(diego.petersen@informador.com.mx)