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Lopetegui sabía lo que era que le remontaran una eliminatoria en el Camp Nou y salió su equipo a presionar muy arriba, sin renunciar a su personalidad, pero con el chándal y la cara que ponen los entrenadores que van a perder. El semblante del entrenador del Sevilla anunciaba la catástrofe. El Barça interpretaba bien el partido y lo tenía donde quería, cerca del área visitante. La gesta parecía remota, el juego del equipo no es que sea en general muy estable, pero Dembélé en el 12, de un disparo inapelable, un golazo, consiguió el primero de la noche marcando las diferencias como jugador singularísimo del Barça. Messi le pedía el balón pero decidió el francés terminar por su cuenta, y por la escuadra, la jugada.
El equipo está aún muy tierno y en el club, todo cae estrepitosamente, pero nadie tiene ninguna duda de quién va a ser el próximo presidente a partir del domingo. Como si hubiera entrado ya en la nueva era, el Barça parecía motivado por una rejuvenecida esperanza, como cuando algunos hombres de buena voluntad fingen tener fe hasta que les viene. «Fake it until you make it». En cierto modo, los de Koeman competían por encima de sus posibilidades, y conseguían desplegar un juego que tenía más que ver con sus aspiraciones que con lo demostrado hasta ayer en Liga, Copa y Champions.
La tormenta que el Barça desató en el área visitante no conseguía tener la recompensa del segundo gol, pero parecía cuestión de tiempo que la eliminatoria quedara empatada. Un equipo compacto, concentrado en defensa, e imaginativo y veloz en ataque, conseguía reducir a todo un Sevilla, cuando no en su área, en su campo, y a Lopetegui se le ponía cada vez más la cara de la tragedia que aún no se había materializado pero que él hacía rato que mascaba. En cualquier caso el segundo del Barça no llegaba, y el Sevilla tenía sus contras y no costaba imaginar que en una de ellas marcara.
Trepidante primera mitad, el Barça impecable y un Sevilla que permanecía en el partido con su habitual exigencia, volviendo más meritoria, si finalmente se producía, la remontada. La duda era si el equipo podría mantener el ritmo en la segunda mitad, un ritmo que no daba descanso. El Barça no parecía el equipo derrotado del partido de la ida o de la Champions, y el Sevilla, muy en su lugar, podía en cualquier repente dejar en nada las ilusiones azulgranas.
Al abordaje
El Barcelona volvió al abordaje tras el descanso, con más potencia y constancia que finura y eficacia, pero siempre muy cerca de su objetivo. Una mezcla de fuerza y voluntad, con el talento como tercer ingrediente, aunque más escaso. No es que no aprecie la fuerza, ni la voluntad, pero cuando el talento no es la virtud principal, lo demás no me parece tan importante. El tiempo pasaba, el Barça remaba. El empate (de la eliminatoria) parecía cercano. El empate (del partido) también. Poco a poco, con el cansancio acumulado, la emoción por el resultado le ganaba terreno a la calidad. El Barça perdía la luz pero no la fe. Griezmann entró por Dest. Alba probó una tijera que se estrelló en el larguero. Parece mentira lo bien que llegó a sincronizar su salto un chico con tan poca ciencia. El Sevilla se defendía muy cerca de su área, coqueteando en demasía con el segundo gol del Barça. Al Barça le faltaba finura, precisión, la exactitud que da sentido, y finalidad, a los más sofisticados engranajes.
Y cuando parecía que el sueño se extinguía, por un claro penalti de Mingueza a Ocampos, compareció Ter Stegen, casi inédito hasta entonces, para detenerlo y darle otro ánimo a la noche. La luz no volvió al equipo, pero sí la esperanza de poder forzar la prórroga, que parecía desvanecerse en los compases previos a la pena máxima.
Fue una esperanza bonita, y fundada, y cuando yo ya tenía escrito que pese a todo no sirvió de nada, Piqué en la última jugada forzó de un cabezazo la prórroga. Yo sólo quiero decir, y ahí lo dejo, que al día siguiente de la debacle contra el PSG, Piqué quedó para almorzar con Laporta para hallar juntos el modo, y el espíritu, que le permitiera al equipo empezar a reaccionar. Ayer en el Camp Nou, el regreso del expresidente se adelantó a las elecciones. Era la primera vez en mucho tiempo que estaba en el palco -estuvo acompañado de los otros dos candidatos- y el alma del mejor Barça de todos los tiempos volvió a tomar cuerpo en una remontada que más allá de los tres goles tuvo una autoridad y un ánimo que hacía tiempo que no le veíamos a este equipo más bien en horas bajas.
El Barça no hizo un partido espectacular pero sí perfecto según su actual potencial. Le faltó luz en algunas fases, pero recuperó la épica de cuando fue el mejor, y hasta el punto de fortuna con que los campeones culminan sus gestas. En París Laporta ganó su primera Champions, de fútbol y de baloncesto. Lo que hace dos días parecía un matadero, ayer se iluminó como un bello reto.