José de Jesús García: Cambiar por cambiar
En gran parte, el éxito de usar el cambio como bandera para atraer a consumidores, votantes y demás radica en la percepción que tenemos de que las cosas no van bien.
Sin duda, una de las ideas más seductoras que existe es la de cambiar. Siendo seres imperfectos, pensamos que el cambio nos acercará a esa perfección que, aunque sabemos que nunca alcanzaremos, siempre luchamos por ella. Y así, cambiamos de trabajo porque pensamos que una nueva oportunidad traerá mejores cosas; cambiamos de pareja porque notamos que la nueva opción cubre lo que nos hacía falta en la anterior; cambiamos de casa, de carro y de otras cosas, siempre pensando que el cambio nos hará más felices.
En lo personal, me declaro una víctima más de este Don Juan llamado cambio. Tal vez no tanto en mis decisiones, como en mi interés por provocarlo. En mi cruzada por crear un mundo más feliz, he buscado las maneras más sencillas y eficaces para que las personas puedan cambiar de hábitos y sean más felices. Me fascina el tema de cambio porque si podemos encontrar qué nos hace cambiar y trabajar en ello, podemos llegar a mejorar mucho nuestras vidas. Mi interés en el cambio es tal que mi más reciente compra es el libro How to Change.
En el plano de la mercadotecnia, el cambio es un ardid de publicidad muy utilizado. “Cambie su carro”, “Cambie de casa” o “Cambie sus muebles” son apenas algunos ejemplos de lo que vemos día a día. Ya no se diga lo que sucede en la mercadotecnia política, en la que la mayoría de los contendientes nos ofrecen siempre “un cambio verdadero”.
En gran parte, el éxito de usar el cambio como bandera para atraer a consumidores, votantes y demás radica en la percepción que tenemos de que las cosas no van bien, de que el estatus quo ya no ofrece oportunidades de desarrollo o de felicidad. Buscamos el cambio porque ya no nos gusta lo que tenemos, porque estamos aburridos de ello o porque tenemos curiosidad por ver qué nos ha de brindar la nueva opción.
En días pasados, Nuevo León votó nuevamente por el cambio. En palabras de Samuel García, se votó por sacar a la vieja política y para tener una nueva generación de dirigentes. Es la segunda vez en forma consecutiva en la que para gobernador se busca el cambio de mando, de dirección, de ideología. A nivel federal, también hemos sido testigos de la voluntad de las mayorías para buscar los cambios. Lo vivimos con Vicente Fox en el 2000 y recientemente con López Obrador en el 2018.
A pesar de lo seductor y de las ventajas inherentes que puede traer el cambio, es evidente que conlleva ciertos peligros y tiene sus desventajas. Primeramente, es muy común que al buscar el cambio nos enfoquemos riesgosamente solo en aquellos elementos que ansiamos cambiar. Con frecuencia, no nos damos cuenta de lo bueno que posee el estatus quo y simplemente optamos por la alternativa que nos promete mejorar en algún aspecto que, sin duda importante, no representa todo. Ejemplo clásico es el cambio de trabajo: hay quienes tienen un trabajo estable, donde el ambiente es propicio para el desarrollo y con jefes agradables y lo dejan porque van en busca de un mejor salario.
Ciertamente, el cambio no es del todo malo y lo necesitamos para progresar, para desarrollarnos y para ser mejores. Parafraseando a Einstein: Locura es esperar que las cosas mejoren y seguir haciendo lo mismo. En la Ciencia de la Felicidad, recomendamos cambiar nuestros hábitos para ser más felices, para poder tener una mejor calidad de vida.
¿Qué necesitamos cuidar al buscar el cambio? Como se mencionó anteriormente, toda situación tendrá aspectos buenos y malos, ventajas y desventajas. La clave al buscar el cambio es tratar de que se conserven las cosas buenas y que se corrijan las cosas malas. Si bien el enfoque puede ser centrado en lo que hay que mejorar, no se debe descuidar todo lo que funciona bien. Si vamos a cambiar de trabajo, es muy importante que el nuevo trabajo nos garantice las características buenas que tenía el anterior. Ciertamente, habrá casos en los que tendremos que sacrificar algunas cosas en aras de buscar otras mejores, pero hay condiciones básicas que no se deben de perder.
Hemos sido testigos del desempeño de gobiernos que nos han prometido el cambio y no han cumplido. Hemos visto, con tristeza, que otros gobiernos no solo no cumplen con sus promesas, sino que las cosas buenas que había antes desaparecen y traen consigo una peor calidad de vida.
En Nuevo León se ha depositado la confianza una vez más en una persona que promete el cambio. Ojalá en verdad venga ese cambio, ojalá haya menos corrupción y ojalá haya una mejor administración pública.
Y sobre todo, ojalá que se conserve lo bueno que teníamos en el pasado.